Los días pasaron. Lentamente al principio, como si el tiempo aún caminara con cautela tras el retorno de Eliana Álvarez. Pero no tardó en marcar su paso con fuerza. Apenas unas semanas después de haber regresado, la sede central de la empresa volvía a latir al ritmo de su energía.
Aquel silencio expectante que se respiraba en los pasillos se transformó en admiración discreta, casi reverente. Eliana recorría cada área con la mirada aguda de quien conoce cada rincón, cada proceso, cada rostro. No se permitió fragilidad. No hubo espacio para la nostalgia ni para el titubeo. Solo determinación.
Volvió a su rutina con una disciplina casi quirúrgica: las mañanas empezaban antes del amanecer, revisando informes, corrigiendo planes, haciendo videollamadas con los equipos internacionales. Su presencia era tan sólida, tan firme, que nadie se habría atrevido a pensar que alguna vez se ausentó.
El accidente, la recuperación, los días inciertos… eran ahora una sombra lejana que no dejaba huella en