Eliana sintió un nudo en la garganta. La culpa comenzó a treparle por la espalda.
—¿Y María José? ¿Ella sabe que él pasa tanto tiempo conmigo?
—Sí. No es fácil para nadie, Eliana. Pero María José entendió algo: que Isaac no podía dejarte sola. Que eras una parte vital de su vida. No su pareja, no la madre de su hijo… pero alguien a quien ama profundamente, aunque sea de otra forma. No podía abandonarte. ¿Tú habrías hecho lo mismo por él?
Ella no respondió. No necesitaba hacerlo. José Manuel la miró con dulzura.
—No estoy diciendo que no tengas derecho a sentirte dolida. Lo tienes. Que él no te haya dicho nada antes… duele. Pero te juro que no lo hizo por egoísmo. Lo hizo porque pensó que estaba protegiéndote. Y en el fondo, él también se estaba protegiendo del dolor.
—¿Y ahora? ¿Qué se supone que haga? ¿Sonrío y lo abrazo?
—No —respondió José Manuel—. No finjas nada. Solo… trata de ponerte en su lugar. De ver el panorama completo. Porque a veces, juzgamos con el corazón herido y no co