Eliana seguía abrazada a sí misma, sintiendo la maraña de emociones que Andrea había removido con sus palabras. El peso de la incertidumbre era demasiado grande para ignorarlo, y aunque una parte de ella quería huir de todas esas sensaciones nuevas y desconocidas, la otra parte deseaba entender... recordar… sentir.Se volvió hacia Andrea, con el rostro bañado en una mezcla de confusión y esperanza.—Andrea… —murmuró, tragando saliva antes de animarse a formular su pregunta—. Si yo estuviera en sano juicio… si tuviera mi memoria completa… ¿crees que estaría con José Manuel? ¿O habría elegido estar sola?Andrea suspiró hondo. Se acercó y se sentó junto a ella en la cama, como si necesitara estar más cerca para poder decir lo que venía.—Eliana… tú siempre fuiste muy fuerte, muy independiente. De esas mujeres que parecen no necesitar a nadie para salir adelante. Y, ante todos, te mostraste así también con José Manuel. Indiferente. Distante. Pero —hizo una pausa, mirándola con una ternura
Isaac respiró hondo frente a la puerta de la habitación. Dudó unos segundos, con la mano a medio levantar, antes de atreverse a tocar suavemente.Del otro lado, Eliana levantó la cabeza al escuchar el llamado.—Adelante —dijo, con voz tranquila.Isaac abrió la puerta y entró despacio, llevando consigo una mezcla de nerviosismo y tristeza en su expresión.—Hola —saludó, esbozando una sonrisa tímida.—Hola —respondió ella, sentándose mejor en la cama.Se miraron por unos segundos, como si ninguno supiera bien cómo empezar esa conversación que ambos sabían que sería difícil.Finalmente, fue Isaac quien rompió el silencio.—He venido a despedirme —dijo, su voz apenas un susurro—. Sé que después de lo que pasó en el almuerzo estás enojada... y lo entiendo. Pero ya debo irme.Eliana bajó la mirada, sintiendo una punzada de culpa.—Isaac... —empezó, pero él levantó una mano, pidiéndole que lo dejara continuar.—No quiero que pienses que te oculté algo por mala intención —añadió, acercándose
La noche avanzaba lentamente. Y algo en el ambiente se sentía diferente. Isaac estaba sentado en el salón, tratando de distraerse con el televisor encendido, pero sus pensamientos no lo dejaban en paz. Su mente no podía apartarse de Eliana y de todo lo que había sucedido entre ellos. La confusión, las emociones a flor de piel, y ese vínculo que parecía inquebrantable, aunque estuviera marcado por tantas sombras.De repente, escuchó un sonido inconfundible que lo sacó de su trance: un leve gemido, seguido del sonido inconfundible del vómito en el baño. Isaac se levantó al instante, dejando el control remoto sobre la mesa. El miedo se apoderó de él y, por un momento, se paralizó.Corrió hacia el pasillo y se detuvo frente a la puerta del baño, donde el sonido continuaba. Con un golpe de mano en la madera, tocó suavemente antes de abrir.—¿María José? —su voz sonaba preocupada, casi rasposa por la tensión que sentía. La puerta estaba entreabierta, y cuando la empujó, la vio allí, arrodil
El sentimiento de tristeza comenzó a transformarse en algo más grande, algo que había estado guardando dentro de sí misma durante tanto tiempo: una chispa de lucha. Una chispa que había encendido su fuego interno. Recordó a Gabriel, a su hijo, y cómo él había estado siempre a su lado, apoyándola en cada paso, en cada momento difícil. —Voy a luchar por Gabriel —dijo en voz baja, sus palabras llenas de una determinación renovada. "Voy a luchar por él, no me voy a rendir, ni por él, ni por mí misma."María José se levantó de la cama y se acercó a la ventana, mirando las luces que iluminaban la ciudad. "Voy a luchar por mí, por mi salud, por mi felicidad. Y si Isaac no puede verme ahora, algún día lo hará. Pero no voy a esperar más. No voy a quedarme esperando a que algo cambie por sí solo. Voy a cambiar yo."Con esas palabras en su mente, se secó las últimas lágrimas y respiró profundamente. Sabía que la batalla que tenía por delante no iba a ser fácil. Pero también sabía que ya no era
Julio sonrió levemente, aliviado por el tono amigable de María José. La tensión entre ellos era palpable, pero también había algo de complicidad, una conexión que el tiempo no había borrado.—No te preocupes. Te trataré como si fuéramos viejos amigos. —dijo él, intentando suavizar el ambiente. A pesar de su profesionalismo, había algo en la forma en que la miraba que mostraba su emoción. Recordaba con claridad los días de universidad, sus risas, las largas charlas en la cafetería… y sobre todo, lo que nunca se atrevió a decirle: que siempre la había querido.María José se acomodó en la silla, mientras él comenzaba a revisar su expediente médico.—Bueno, María José —comenzó Julio, intentando concentrarse en la consulta y no en el recuerdo de su antiguo amor—, veo que has solicitado este tratamiento después de haber investigado sobre nuestras opciones. Es importante que sigamos un plan adecuado para tu situación. Pero antes de empezar, quiero que sepas que voy a hacer todo lo posible pa
Julio se acomodó en su silla nuevamente, dejando la carpeta con todos los detalles del tratamiento sobre la mesa. Durante unos momentos, el silencio llenó la habitación. María José lo miró atentamente, sintiendo un peso en el pecho. Sabía que el tratamiento sería largo y duro, pero no estaba preparada para la magnitud de lo que significaba todo eso. Julio empezó a explicar, desglosando paso a paso lo que tendría que hacer.—El tratamiento será bastante riguroso —comenzó Julio, mirando a María José con seriedad—. Necesitarás varias sesiones de quimioterapia, aproximadamente cada dos semanas, y algunas pruebas más para monitorear tu progreso. Cada sesión tomará unas pocas horas, pero los efectos secundarios pueden ser duros, por lo que te recomendaría que te apoyes en alguien que te pueda ayudar. Además, necesitarás un seguimiento constante para asegurarnos de que el tratamiento esté funcionando como debería.María José escuchaba en silencio, absorbiendo cada palabra. Sentía como si una
Antes de que Isaac pudiera añadir algo más, ella colgó. No quería que la conversación se alargara más de lo necesario, sabiendo que las palabras entre ellos últimamente estaban cargadas de tensión y malentendidos.Guardó su teléfono en el bolso y salió de la clínica junto a Julio, quien la miró con una expresión amable pero algo preocupada. El ambiente a su alrededor parecía tranquilo, pero ella sabía que su mente aún estaba llena de preguntas y emociones difíciles de manejar.Mientras caminaban hacia el restaurante, María José intentó despejarse. La decisión de no contarle a Isaac todo lo que estaba sucediendo con Julio fue una decisión consciente. Necesitaba procesar todo por sí misma antes de abrir más puertas emocionales con él. La relación con Isaac era cada vez más complicada, y aunque lo amaba, sabía que aún había mucho que no entendía ni aceptaba.El almuerzo, pensó, podría ser una oportunidad para dar un respiro a su mente y continuar con la lucha por su salud. La conversació
Eliana acariciaba distraídamente el borde de su taza de té, perdida en las palabras de Samuel. El niño la miraba con esos grandes ojos marrones llenos de nostalgia y cariño, como si en su pequeño mundo no hubiera espacio más seguro que su compañía.—¿Te acuerdas de todo? —preguntó ella, sonriendo dulcemente.Samuel asintió muy serio, como si de repente fuera un adulto atrapado en un cuerpo chiquito.—Claro que sí, Eli. Recuerdo que me hacías sopitas calientitas y me dabas medicina. Aunque a veces no me gustaban, me las tomaba porque tú me decías que me iba a poner fuerte como un superhéroe —dijo inflando el pecho con orgullo.Eliana rió entre dientes, imaginándose a sí misma convenciendo a un pequeño Samuel de tomarse una cucharada amarga a cambio de ser invencible.—¿De verdad te acuerdas de todo eso? —insistió, enternecida.—¡Sí! Y también de cuando nos conocimos, de muchas cosas.Eliana dejó escapar una risa suave.—Ahora que lo dices… —musitó—, creo que sí recuerdo tu papá llegó a