El desayuno se sirvió entre pequeñas risas y silencios llenos de emoción. Samuel seguía encantado con la idea de que Eliana recordara a José Manuel, y no dejaba de mencionarlo cada dos minutos con el entusiasmo de quien presencia un milagro. José Manuel, por su parte, estaba ahí, presente como nunca antes. Su mirada no se apartaba de Eliana, aunque procuraba no invadirla con su emoción. Algo en su interior vibraba distinto. Ella había pronunciado su nombre. Había soñado con él. Había recordado.
Pero Eliana… ella no sabía cómo sentirse exactamente.
Sí, había sido un momento cálido, reconfortante, como si una ventana se hubiese abierto en la casa oscura de su mente. Pero también… extraño. Como si esa mujer que corría bajo la lluvia no fuese ella, sino otra versión que aún no terminaba de conocer. No se sentía más completa. Se sentía descolocada.
Después del desayuno, Eliana se excusó para salir al jardín. Samuel, entretenido con un rompecabezas, quedó bajo la mirada vigilante de José Ma