El sonido de los cubiertos chocando suavemente contra los platos llenaba el elegante comedor de la mansión. José Manuel apenas había probado su desayuno, removiendo distraídamente el café en su taza mientras su mente divagaba.
Samantha, sentada frente a él, lo observaba con atención. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y vulnerabilidad. Sabía que el hombre con el que había compartido tantos años estaba cada vez más distante, y la incertidumbre la estaba consumiendo.
—José Manuel… —dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Él levantó la vista con expresión impasible, esperando que continuara.
—¿Qué va a pasar conmigo? —preguntó con un tono de voz más serio de lo habitual—. No puedes seguir evitándolo.
José Manuel dejó la cuchara sobre el platillo con un leve chasquido y exhaló profundamente.
—Samantha…
—No, déjame terminar —lo interrumpió ella, inclinándose ligeramente hacia él—. Soy tu prometida desde hace años. Todos lo saben. Si me desprecias ahora, si decides dejarme de lad