Amanda ajustó el último botón de su blusa frente al espejo pequeño que había sobre la cómoda.
La habitación que Rebeca le había dado no era grande —cama individual, una mesita y un armario que crujía cuando se abría— pero era lo más parecido a un respiro desde que su vida se volvió un incendio ambulante.
Se acomodó el blazer, respiró profundo y soltó el aire despacio. Su estómago parecía una zona de guerra del puro nervio… y cierto recuerdo inconveniente.
Ethan, en el auto anoche.
Ethan diciéndole que no era reemplazable.
Ethan admitiendo que el beso sí importó.
Ethan mirándola como si la hubiera visto antes de que ella se viera a sí misma.
—Ok… —se dijo frente al espejo—. Concéntrate en trabajar. No en su cara. Ni en su voz. Ni en sus ojos. Ni en nada de él.
Su reflejo no parecía convencido, pero por lo menos no parecía destrozada.
Tenía corrector debajo de las ojeras, un poco de rimel que milagrosamente no se había corrido y el cabello recogido en una coleta elegante que le daba