REUNIÓN DE TRABAJO.
El ascensor subió con lentitud criminal, suficiente para que Amanda sintiera cada mirada sobre ella como si cargara un letrero luminoso que dijera.
“Sí, vine con él. No, no sé cómo pasó.”
Ethan estaba justo a su lado con una calma absoluta.
Porque claro.
Él podía entrar a un edificio con una bomba nuclear en brazos sin despeinarse.
Amanda, en cambio, intentaba no parecer una adolescente aplastada por sus propias hormonas.
Y fallaba espectacularmente.
Cuando las puertas se abrieron en el piso de finanzas, Amanda casi salió disparada, pero la voz de Ethan la atrapó al instante.
—Amanda.
Ella giró y ahí estaba él, sosteniendo la caja con los zapatos que le había regalado.
“Los olvidé.”
—Cámbiatelos antes de empezar —dijo él, como si fuera lo más lógico del mundo—. No quiero que estés incómoda todo el día.
Amanda abrió la boca, cerró la boca, volvió a abrirla.
No salió nada inteligente.
—Yo… los cambiaré —logró decir, intentando no sonar como si el aire le faltara.
Él asintió. Simple, el