El taxi la dejó frente a la torre de vidrio como si fuera un templo al que había jurado volver. Amanda respiró hondo, sintió que el aire de Miami era más caliente que el sábado, y trató de ignorar el latido torpe que llevaba en el pecho desde que abrió los ojos esa mañana.
Era lunes.
Su primer día.
Y aunque la lógica decía que debía estar emocionada, lo que sentía era una mezcla desordenada de nervios, duda y un extraño presentimiento que no sabía si quería interpretar.
Vestía un pantalón negro impecable, una blusa marfil y su coleta baja habitual. Rebeca la había abrazado antes de salir, como si mandara a un soldado a territorio enemigo. Y tal vez no estuviera tan equivocada.
Van Ness Fine Jewelry parecía aún más imponente a esa hora. El sol se reflejaba en los ventanales, proyectando destellos dorados en el lobby. Las recepcionistas la miraron con reconocimiento cuando se acercó.
—Buenos días, tengo una cita en Recursos Humanos —dijo Amanda, intentando sonar profesional.
La mujer te