Dejas de besarme… y me muero.
El lunes llegó demasiado rápido, como si hubiera estado esperando detrás de la puerta toda la noche solo para saltarle encima a Amanda en cuanto abriera los ojos.
No había dormido bien.
Entre la emoción por el nuevo trabajo, los nervios por no saber qué la esperaba, los pensamientos repetidos de ¿y si me va mal?, y el recuerdo constante de la cena con Ethan —que más que cena había sido una experiencia sensorial que le tenía el estómago confundido y el corazón en huelga—, su mente no se calló ni un minuto.
Frente al espejo, Amanda respiró hondo mientras alisaba su blusa blanca. Su falda negra estaba perfectamente ajustada y los tacones… bueno, los tacones Chanel que Ethan le había regalado, eran otra historia.
Cada vez que bajaba la mirada, le daba un pequeño ataque de nervios porque no sabía qué la ponía más ansiosa, si el hecho de estar estrenando un nuevo trabajo o el hecho de