El sol de Miami la recibió como una bofetada cálida y húmeda en el rostro.
Amanda descendió del avión con la maleta en una mano y la mochila colgando del hombro.
El vuelo había sido corto, pero la ansiedad lo volvió eterno.
Apenas había dormido. A ratos, su mente repasaba posibles preguntas para la entrevista, imaginando su voz temblando al responder.
“¿Y si tartamudeo? ¿Y si me quedo en blanco?”, pensaba una y otra vez.
En otros momentos, imaginaba el instante en que entrara a un lugar completamente nuevo y nadie supiera quién era, y eso la reconfortaba un segundo… hasta que el miedo volvía a escalarle por la espalda como una corriente fría.
—Bienvenida a Miami, baby —le dijo Rebeca, la amiga de Clara, apenas la reconoció en la terminal de llegadas.
Era una mujer vibrante, de sonrisa fácil y estilo pulido, como alguien que se movía con soltura entre ejecutivos y modelos. Amanda solo la había visto en fotos, pero en persona Rebeca resultó mucho más amable, alegre y espontánea de lo qu