Me alejo de él tan rápido como puedo. A la distancia su rostro es casi indescifrable, pero por alguna razón alcanzo a ver una microexpresión… un brillo de disfrute.
Algo en mi cuerpo se sacude.
Un escalofrío.
La sensación de que algo malo —o demasiado bueno— está por pasar.
Todos los vellos de mi piel se erizan cuando escucho el sonido del cerrojo cerrándose detrás de nosotros.
¿Nos está… encerrando?
Él ya me rechazó.
Y no es como si realmente yo fuera a intentar algo.
Solo hablé por despecho. Por rabia. Por dolor.
Pero todos mis pensamientos se evaporan cuando siento su mano recorrer mi cintura desde atrás.
Su cuerpo rozando el mío.
Su aliento tibio contra mi cuello, provocando una electricidad completamente nueva en mí.
—Espero que tomes responsabilidad por tus propias acciones —susurra.
Me muerde la oreja.
Mi cuerpo tiembla.
Camina guiándome hacia una de las sillas y, como si fuera una muñeca, me acomoda en ella.
Sonríe con descaro.
Hay un fuego extraño en su mirada.
Un fuego que n