Llego a mi casa con el corazón a mil, sin poder creer lo que acaba de pasar.
Entro intentando no hacer ruido, pero Rubí ya está en la sala esperándome.
Justo lo que quería evitar.
Tiene una sonrisa en la cara que me da muy mala espina.
Intento ignorarla e irme a mi habitación, pero ella tose, obligándome a detenerme.
Me mira y me señala el sofá.
—Tengo mucho sueño, hablamos mañana, ¿sí? —intento zafarme.
—¿Te acostaste con él?
—¡Claro que no! No soy una zorra.
—¿Entonces qué pasó? No me digas que te paralizaste otra vez y no hiciste nada —se levanta y se acerca para examinarme.
Muerdo mi labio. Rubí tiene solo 16… no sé si esta es la imagen que quiero darle.
—¡Te acostaste con él! No me mientas, mira la marca en tu cuello —intenta tocarme.
—¿Qué marca?
Corro a encender la luz y me veo en el espejo:
una marca roja, cerca de la clavícula.
¿Estuve en el bus con esto?
Con razón todos me miraban…
—No me acosté con él —logro decir, avergonzada.
—Si eso no es acostarse, ¿qué hicieron?
—Solo