—¿Cómo que viajaremos solos tú y yo? —repitió Ameline, mirándolo boquiabierta, con una mezcla de incredulidad y rabia.
Seth desvió la mirada y suspiró como si ya hubiera ensayado todas las objeciones posibles.
—El tipo está escondido, bajo amenaza, se encarga de retratar gente peligrosa así que no debe extrañarle a nadie… No se va a arriesgar a venir hasta aquí. Así que… no tenemos más opción. Tenemos que ir nosotros.
—¡¿Y no podías contratar a otro?! —espetó ella, poniéndose de pie de un salto, como si su cuerpo hubiera reaccionado solo al peligro inminente.
—Siempre contrato al mejor, Ameline. —La miró de nuevo, con ese tono seco que usaba cuando ya no quería discutir más—. Ya está todo arreglado, y tú lo sabes: si vamos a encontrar a esa tal Betty, necesito su rostro lo más exacto posible.
Ella caminó de un lado al otro, frustrada, sin saber si gritar, patear algo o simplemente encerrarse en el baño hasta que él se largara.
—No quiero ir sola contigo. ¡Lleva a Prissy o a alguien má