Solos tú y yo

Ameline no pensó que Seth fuera a visitarla también esa noche.

Lo recibió boquiabierta, enfadada, indignada.

—¿Qué haces aquí? ¿Crees que te aceptaré en mi cama de nuevo? —preguntó con asco.

Él suspiró.

—Tal vez.

—¡Pues no! —Quiso cerrar la puerta con fuerza en su cara, pero él la frenó con el pie y luego la abrió con la mano. Ella gruñó, dándole la espalda y cruzando los brazos—. ¡No pienso volver a dejar que me toques!

—No vine aquí para eso, Ameline…

—Sí, claro, pervertido infeliz hormonado como un maldito preadolescente… —Tomó una almohada de las muchas en su cama y se la lanzó.

Él frenó la almohada fácilmente.

—Ameline, ¿podrías escucharme?

—¡No! ¡Vete a la mierda, Seth! —le gritó Ameline con rabia, tomando otra almohada y lanzándosela con toda la fuerza que pudo. No se detuvo ahí. Agarró una segunda, luego una tercera. Él esquivó dos de ellas sin esfuerzo, pero la última le dio de lleno en la cara.

El golpe no fue fuerte, pero bastó para que su ceño se frunciera de inmediato
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