Ameline jadeaba, su cuerpo temblando por la intensidad del encuentro, el aire escapándose de sus pulmones mientras caía sobre la cama junto a Seth.
Su piel aún ardía, y su mente era un torbellino de reproches.
“¿Cómo pude dejar que esto pasara otra vez?”, se reprendía, apretando los puños contra las sábanas. Pero entonces, giró la cabeza y lo vio. Seth también jadeaba, su pecho subiendo y bajando con fuerza, su cuerpo estremeciéndose aún por el eco del placer.
Sus ojos, oscuros y brillantes, la miraban con una intensidad que la desarmó. Había hambre en esa mirada, pero también algo más profundo, algo que la hizo morderse el labio cuando sintió el deseo encenderse de nuevo en su interior.
“Si ya metí la pata esta noche, ¿qué importa una vez más?”, se dijo, intentando justificar el impulso que la consumía. “Solo será esta noche. Solo esta vez”.
Con un movimiento decidido, tomó la barbilla de Seth y lo besó, sus labios reclamándolo con una urgencia que rayaba en la desesperación. Él gru