Hace apenas media hora que terminé de almorzar con Alessandro. Recuerdo cómo lo pidió todo con tanta naturalidad, como si fuera algo que hubiéramos hecho varias veces antes. Para él era normal, casi cotidiano, pero para mí no lo era; era la primera vez, y cada gesto y palabra quedaban grabados en mi mente, dejando un cosquilleo extraño que no sabía cómo interpretar.
Subí a mi habitación y me senté unos minutos en la cama, intentando organizar mis pensamientos. Luego le escribí a Daniel: “¡Báñate rápido que vamos a salir!” Esperé su respuesta mientras respiraba hondo y sentía un nudo de nervios y emoción.
Cuando respondió, fui al baño. El agua caliente me relajó y despejó un poco la cabeza. Al salir, elegí mi ropa: unos jeans claros, una blusa cómoda pero con un toque femenino y unas zapatillas blancas, me hice unas ondas en el pelo porque me gustan como me quedan. Me miré en el espejo un instante, asegurándome de que me veía bien para salir con Daniel.
Salimos despacio hacia un centro