Capítulo 32, Sangre, humo y rabia

—No viene solo… —dijo Kaelion otra vez, pero esta vez, su voz sonó distinta. Como si sintiera que algo sagrado estaba a punto de profanarse.

Ulva sintió un escalofrío bajarle por la espalda. Las sombras entre los árboles se retorcía como si respiraran. El ambiente se tornó pegajoso, denso, casi caliente, pero no de forma natural. Era un calor que se colaba en la piel, que te hacía sudar por dentro.

—Eso no es magia común —dijo Ulva, bajando el centro de gravedad, lista para lo que fuera.

—Súcubos —escupió Kaelion, girando la lanza entre las manos—. Selene los mandó para jodernos la cabeza… y el cuerpo, si nos dejamos. —Una carcajada aguda salió de algún punto del bosque, luego otra y otra más.

—Ay, miren lo que tenemos aquí —dijo una voz melosa, saliendo entre las ramas con un vaivén exagerado—. La parejita estrella.

Una mujer de piel rojiza, curvas imposibles y ojos dorados emergió del follaje, lamiéndose los labios. Detrás de ella, otras tres súcubos caminaban como si flotaran. Tod
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