La bruma se espesaba en los pasillos superiores del Castillo de Hojas. El eclipse artificial, convocado por Selene, giraba lentamente sobre la cúpula del salón central como un ojo celeste observándolo todo. Las raíces que colgaban del techo vibraban como cuerdas de un instrumento afinándose para la tragedia. En lo alto de la torre mayor, Selene caminaba en círculos. Su capa negra, tejida con hilos de sombra y plumas de cuervo, arrastraba un leve silbido cada vez que se movía. Estaba sola, pero no en silencio. Las voces antiguas la rodeaban. Espíritus de hechiceras caídas, de amantes vengativas, de madres sin hijas, todas susurrando al unísono:—¡Hoy se cumple tu deseo! ¡Hoy se rompe la luna!Selene cerró los ojos y alzó las manos. Frente a ella, un espejo de obsidiana mostraba el cuerpo inconsciente de Ulva, tendida en el suelo del laberinto. A su lado, Kaelion intentaba estabilizarla, ignorando que ya era demasiado tarde. La herida no era física. Era espiritual.—Se desmorona desde d
La sala del eclipse era inmensa. En el centro, Selene se alzaba como una diosa negra y a su lado, Fenrir. Vestido con una armadura de obsidiana, con la marca de Selene ardiendo en su pecho.Ulva lo miró. Por un segundo, el mundo entero se redujo a ese instante.—Fenrir… —Él no respondió. No frunció el ceño. No bajó la mirada, solo levantó la espada. Selene sonrió desde el trono.—Bienvenida a tu final, Ulva. ¡Ahora sabrás lo que es ser traicionada por lo que más amaste! —Kaelion rugió. La batalla final había comenzado.Ulva se quedó congelada. Cael siempre dijo la verdad, alli estaba Fenrir. El lobo al que había amado con una devoción feroz. Su primer amor real, su primer temblor de pasion. Su primer todo ahora convertido en algo que no reconocía. Su piel endurecida por la marca de Selene, su mirada sin alma, su espada alzada contra ella.—Fenrir… —Su voz era un susurro entre ruinas, pero él no parpadeó. Dio un paso al frente, el eco de su armadura resonando como un tambor de guerra.
Fuera del castillo, la manada la esperaba. Rydan y los demás observaban como la torre de hojas colapsaba, cayendo sobre sí misma como una flor muerta. Ulva cayó de rodillas al tocar el suelo. Respiraba, temblaba, pero estaba viva. Kaelion se arrodilló a su lado y la abrazó con fuerza. Todos se acercaron en silencio y cuando la luna real cruzó el cielo despejado, todos alzaron la vista. La noche se había partido en dos. La guerra había terminado, pero las cicatrices... apenas comenzaban a sanar.🌘🌗🌙La llegada al campamento fue como una escena arrancada de un viejo canto de victoria. Guerreros heridos alzaron los brazos, los jóvenes aullaron con fuerza, las ancianas lloraban de rodillas al ver a Ulva cruzar los linderos con la luna llena iluminando su espalda. Una ovación retumbó como un trueno contenido durante siglos. La manada la recibió como la heredera juramentada, como la hija de la luna que regresaba de la muerte con la marca del destino grabada en el alma, pero Ulva no levan
Esa misma noche, antes de regresar a su lecho compartido con Kaelion, Ulva se detuvo frente a la tienda donde reposaba Fenrir. El viento soplaba suave, trayendo consigo el aroma de la tierra mojada y el incienso de los sanadores.Abrió el telón con suavidad. Fenrir estaba despierto. Sus ojos, ahora más claros, se encontraron con los de ella. No hubo palabras al principio. Solo miradas que cargaban todo lo que había quedado sin decir.Ulva se acercó y se sentó a su lado. Pasó los dedos por su cabello, por la cicatriz en su pecho.—Te ves mejor. —asegura acercándose a él para verlo mejor.—Cuando apareces, siempre mejora todo. ─Ella sonrió, triste. Se inclinó hacia él. El beso fue suave, apenas un roce. Pero luego vino otro. Y otro. Hasta que sus bocas se buscaron con urgencia contenida. Sus manos se encontraron a medio camino entre el deseo y la culpa.Fenrir la atrajo hacia él con debilidad, pero con intención. Ella se recostó a su lado, con la frente pegada a su pecho.—Aún siento tu
Esa tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Ulva regresaba del arroyo cuando se encontró con Fenrir de pie, apoyado en una lanza como bastón. Su figura seguía fuerte, aunque el dolor en su espalda era evidente. La miró con los ojos que una vez le pertenecieron en cuerpo y alma.—Camina conmigo —dijo él, sin pedir permiso ni suplicar. Ella lo siguió. El silencio entre ellos era espeso, lleno de recuerdos. Cruzaron el bosque hasta llegar al río donde se habían visto por primera vez. Aún estaba el tronco caído, aún el agua reflejaba la luna. Fenrir se sentó y Ulva hizo lo mismo, con la distancia de quien aún no ha decidido si escapar o quedarse.—No sabes lo que se siente despertar... y sentir que algo que fue tuyo ya no está. Que lo que eras, lo que compartiste, se desvanece. —Ulva cerró los ojos.—Tú fuiste mi todo, Fenrir, pero me quedé sola. Me perdi en una oscuridad que no escogí. No sabes cuantas veces luche por encontrarte, aun despues que Selene me envió un corazón diciendo q
Mientras Ulva reflexionaba en el monte, el campamento comenzaba a agrietarse por dentro. Los guerreros se dividían en silencio. Algunos miraban a Kaelion con lealtad inquebrantable, otros buscaban la figura solitaria de Fenrir como un viejo líder que había regresado del abismo. Nadie se atrevía a nombrarlo, pero todos sabían: la luna no podía dividirse para siempre. En los susurros de los más viejos, ya se hablaba de presagios, de cambios inevitables y en las miradas de los jóvenes, comenzaba a nacer una tensión callada.Kaelion mantenía su temple. Patrullaba, entrenaba, organizaba como si nada estuviera fuera de lugar. Pero sus noches eran largas. Dormía poco. Hablaba menos. Las ojeras comenzaban a marcar su rostro, y aunque su voz seguía siendo firme, ya no era tan serena como antes.Una tarde, mientras reparaba los muros del recinto sur, se le acercó un joven guerrero.—Mi alfa... ¿Ulva regresará con usted? —Kaelion lo miró, y por primera vez no hubo certeza en su voz:—Eso solo lo
Pero la oscuridad nunca descansa. En medio de la noche, cuando el sueño había envuelto al campamento en un abrazo profundo, una grieta se abrió en el tejido de la realidad. Nadie la escuchó. Nadie la vio. Pero el bosque se enmudeció. Las luciérnagas desaparecieron. Y un vaho negro se arrastró desde el límite del mundo.Selene había vuelto. No con ejércitos. No con hechizos ruidosos. Sino como una sombra antigua que sabe dónde cortar para que el alma sangré. Apareció dentro de la cabaña de Ulva y Kaelion como un suspiro helado. Ulva despertó con la piel erizada. Kaelion se incorporó de inmediato, pero una fuerza invisible lo arrojó contra la pared.—¡Ulva! —gritó, luchando por liberarse. —Selene, vestida con una capa de sombras vivas, extendió la mano hacia Ulva.—Esta vez no vengo por tu cuerpo, loba... vengo por tu alma. —Ulva se alzó desnuda, con los ojos llenos de fuego. Pero Selene ya había comenzado el conjuro. Un vórtice oscuro se abrió en el suelo. No era solo un hechizo. Era u
La primera luz del alba se colaba entre los árboles con timidez, como si temiera perturbar el suspiro dormido del bosque. El campamento aún olía a ceniza, a madera chamuscada, a dolor reciente… pero también a esperanza.Ulva respiró hondo. El aire fresco la recibió con suavidad. Estaba envuelta en una manta, acurrucada contra el pecho cálido de Kaelion, que aún dormía —o tal vez fingía hacerlo para no soltarla. Su brazo pesaba sobre su cintura, su mentón reposaba en su cabeza, su corazón latía en calma… por primera vez en noches eternas.Por un instante, Ulva cerró los ojos y se permitió el lujo de quedarse ahí. En esa burbuja de calor y amor. Pero la paz era un lujo que ya no podía permitirse.Abrió los ojos con lentitud. El interior de la cabaña seguía medio destruido, con los tablones caídos, las paredes agrietadas por el hechizo de Selene. La marca en su cuello, la que la unía a Kaelion, ardía como una brasa suave… viva. Conectada. No dolía. No apretaba. Solo latía. Y eso era todo