La grieta en el techo del templo dejaba entrar una luz tenue, pero viva. El murmullo de la oración de Ulva resonaba como un eco antiguo, reverberando en cada piedra, como si el templo mismo sintiera el poder que despertaba en ella. De pronto, el suelo vibró. Cael se puso de pie, con la daga en alto. Selene se tensó, los ojos entrecerrados. Las tres hechiceras interrumpieron su canto, como si algo fuera de su control se hubiera activado. La marca de Ulva brilló con un destello cegador. Un vínculo se activó más allá del plano terrenal.—Algo viene —susurró Cael, retrocediendo.Del centro del altar, las piedras comenzaron a separarse como si un corazón latiera bajo ellas. Un resplandor azulado surgió de la grieta, y un viento cálido, inesperado, recorrió la sala. No era una amenaza. Era una presencia. Ulva se puso de pie, el cuerpo tenso, la respiración entrecortada. Sentía el juramento vibrar, pero también algo más, un llamado familiar.Un susurro cruzó el aire:—Faeine… —La voz la heló
La oscuridad en la torre de hojas se estremecía con el sonido de una carcajada. Selene, con sus labios manchados de veneno y poder, había dejado de fingir. Las hadas le habían susurrado lo que nunca quiso oír, pero también lo que no estaba dispuesta a permitir.—Se marcaron. —La palabra salió como un escupitajo. Su risa murió al instante, sustituida por un rugido de furia. De un zarpazo, destrozó el espejo encantado que flotaba frente a ella. Los fragmentos quedaron suspendidos en el aire, girando como cuchillas bajo un conjuro que no necesitaba ser pronunciado.—La luna y el eclipse... no pueden ser uno. No lo permitiré. —Con una mezcla de sangre de lobo, polvo de huesos y un mechón del cabello plateado que una vez robó de Ulva, Selene comenzó el ritual. Trazó un círculo con fuego negro, y sus labios recitaron una lengua antigua, prohibida incluso entre los suyos.—Romperé su cordón de destino. Desde adentro. Desde donde es más vulnerable: su alma.En el centro del círculo, una image
La primera luz del alba se filtraba entre las rocas de la cueva, pero no traía paz. Ulva despertó envuelta en el calor del cuerpo de Kaelion, su rostro contra su pecho, su mano enredada en la suya. Durante horas habían sido solo uno, protegiéndose del mundo. Pero ahora... algo había cambiado. Su marca palpitaba. No como antes, sin dolor, sino con una extraña claridad. Como si dentro de ella resonara un eco antiguo, un susurro que cruzaba generaciones. Cerró los ojos y escuchó: voces femeninas, suaves, cantando una melodía que no comprendía, pero que la estremecía.—La luna canta cuando el eclipse se entrega... —dijeron, casi al unísono.—Ulva… —La voz de Kaelion la sacó del trance. Él ya estaba despierto, mirándola como si su mundo comenzara y terminara en sus ojos.—Estás... diferente. —Ella asintió, apoyando su frente contra la de él.—Lo siento, dentro de mí es como si la luna me estuviera hablando. Como si... ¡Kaelion, esto es real!—Lo es. —Su voz era grave, firme, pero cargada d
La partida se realizó con el primer rayo de sol. El campamento, aunque reducido, se movía con orden: los exploradores al frente, los niños y ancianos protegidos en el centro, los guerreros cerrando la marcha. El camino hacia el claro de los siete robles fue silencioso, tenso, vigilante, pero cuando llegaron, algo ocurrió.El cielo, despejado hasta ese momento, se cubrió de nubes plateadas. Un haz de luz lunar, imposible a esa hora, cayó justo sobre Ulva. Todos se detuvieron. Los más cercanos cayeron de rodillas. Los lobos aullaron sin razón aparente. Ulva cerró los ojos. La marca en su cuello ardía. La luna no estaba llamándola: la estaba convocando.—Es hora... —susurró. Kaelion la sostuvo por la cintura, con respeto y orgullo.—¿Lo sabes? —Ulva asintio un poco asustada por nosaber que esperar.—Lo siento, es hora de enfrentarla, de terminar esto. —Cael, quien había marchado en silencio desde el amanecer, se acercó. Tenía el rostro pálido, pero determinado.—Yo conozco el camino al C
La bruma se espesaba en los pasillos superiores del Castillo de Hojas. El eclipse artificial, convocado por Selene, giraba lentamente sobre la cúpula del salón central como un ojo celeste observándolo todo. Las raíces que colgaban del techo vibraban como cuerdas de un instrumento afinándose para la tragedia. En lo alto de la torre mayor, Selene caminaba en círculos. Su capa negra, tejida con hilos de sombra y plumas de cuervo, arrastraba un leve silbido cada vez que se movía. Estaba sola, pero no en silencio. Las voces antiguas la rodeaban. Espíritus de hechiceras caídas, de amantes vengativas, de madres sin hijas, todas susurrando al unísono:—¡Hoy se cumple tu deseo! ¡Hoy se rompe la luna!Selene cerró los ojos y alzó las manos. Frente a ella, un espejo de obsidiana mostraba el cuerpo inconsciente de Ulva, tendida en el suelo del laberinto. A su lado, Kaelion intentaba estabilizarla, ignorando que ya era demasiado tarde. La herida no era física. Era espiritual.—Se desmorona desde d
La sala del eclipse era inmensa. En el centro, Selene se alzaba como una diosa negra y a su lado, Fenrir. Vestido con una armadura de obsidiana, con la marca de Selene ardiendo en su pecho.Ulva lo miró. Por un segundo, el mundo entero se redujo a ese instante.—Fenrir… —Él no respondió. No frunció el ceño. No bajó la mirada, solo levantó la espada. Selene sonrió desde el trono.—Bienvenida a tu final, Ulva. ¡Ahora sabrás lo que es ser traicionada por lo que más amaste! —Kaelion rugió. La batalla final había comenzado.Ulva se quedó congelada. Cael siempre dijo la verdad, alli estaba Fenrir. El lobo al que había amado con una devoción feroz. Su primer amor real, su primer temblor de pasion. Su primer todo ahora convertido en algo que no reconocía. Su piel endurecida por la marca de Selene, su mirada sin alma, su espada alzada contra ella.—Fenrir… —Su voz era un susurro entre ruinas, pero él no parpadeó. Dio un paso al frente, el eco de su armadura resonando como un tambor de guerra.
Fuera del castillo, la manada la esperaba. Rydan y los demás observaban como la torre de hojas colapsaba, cayendo sobre sí misma como una flor muerta. Ulva cayó de rodillas al tocar el suelo. Respiraba, temblaba, pero estaba viva. Kaelion se arrodilló a su lado y la abrazó con fuerza. Todos se acercaron en silencio y cuando la luna real cruzó el cielo despejado, todos alzaron la vista. La noche se había partido en dos. La guerra había terminado, pero las cicatrices... apenas comenzaban a sanar.🌘🌗🌙La llegada al campamento fue como una escena arrancada de un viejo canto de victoria. Guerreros heridos alzaron los brazos, los jóvenes aullaron con fuerza, las ancianas lloraban de rodillas al ver a Ulva cruzar los linderos con la luna llena iluminando su espalda. Una ovación retumbó como un trueno contenido durante siglos. La manada la recibió como la heredera juramentada, como la hija de la luna que regresaba de la muerte con la marca del destino grabada en el alma, pero Ulva no levan
Esa misma noche, antes de regresar a su lecho compartido con Kaelion, Ulva se detuvo frente a la tienda donde reposaba Fenrir. El viento soplaba suave, trayendo consigo el aroma de la tierra mojada y el incienso de los sanadores.Abrió el telón con suavidad. Fenrir estaba despierto. Sus ojos, ahora más claros, se encontraron con los de ella. No hubo palabras al principio. Solo miradas que cargaban todo lo que había quedado sin decir.Ulva se acercó y se sentó a su lado. Pasó los dedos por su cabello, por la cicatriz en su pecho.—Te ves mejor. —asegura acercándose a él para verlo mejor.—Cuando apareces, siempre mejora todo. ─Ella sonrió, triste. Se inclinó hacia él. El beso fue suave, apenas un roce. Pero luego vino otro. Y otro. Hasta que sus bocas se buscaron con urgencia contenida. Sus manos se encontraron a medio camino entre el deseo y la culpa.Fenrir la atrajo hacia él con debilidad, pero con intención. Ella se recostó a su lado, con la frente pegada a su pecho.—Aún siento tu