El aire de las Islas Vírgenes, salado y cálido, apenas suavizaba la tensión en el refugio costero de Damon Kóvach, era una villa minimalista de concreto y vidrio, oculta en una ladera boscosa, con vistas al turquesa del Caribe.
Istok había improvisado una central de comando en la sala de estar con su equipo satelital.
Damon caminaba de un lado a otro, y Harper estaba en la terraza, con la vista perdida en la inmensidad del mar deseando con todas sus fuerzas que todo aquello tuviera un fin, o, al menos que ella lo tuviera, era mejor morir que continuar con todo eso.
Istok, que monitoreaba una docena de frecuencias, se aclaró la garganta.
— Estamos limpios del radar de la Guardia Costera y la ley local es... flexible, pero Axa no está buscando por aire o mar, está buscando por radio.
Istok mostró en la pantalla el rastreo de un ping GPS persistente.
— La maleta. La que dejaste con el equipo de emergencia en el barco. Axa no perdió el tiempo. Enviaron un equipo de recuperación, pensando