La voz de Vaughn con sus sugerencias malintencionadas resonaron hasta afuera del estudio de Damon en donde estaba Harper detrás de la pared, cerca de la galería de retratos escuchando cada palabra.
Se había acercado para ofrecerle a Damon una taza de té, pero se había detenido al escuchar la voz punzante del detective. Su corazón se encogió al oírlo, y no solo por el peligro que representaba contra ella, sino porque comenzaba a deducir que las intrigas iban mucho más allá de lo superficial, y temía que Damon se viera implicado en lo que la había arrastrado a ella hasta un pozo.
Escuchó la descripción de Vaughn sobre la “nueva novia” y la “coincidencia” entre ella y el atentado, y su cuerpo se tensó como la cuerda de un violín.
La sospecha de Vaughn no era solo una línea de investigación, él quería ir más allá. Harper sabía que, si el detective continuaba en su insistencia obsesiva con la mujer misteriosa de la subasta, no tardaría en confirmar lo que tanto ella temía: que ambas mujere