La tranquilidad en la Mansión Kóvach, recién recuperada tras la convalecencia de Damon y el mágico, pero incierto beso, fue abruptamente quebrantada por la llegada de una visita no deseada.
El Detective Vaughn, con su abrigo de lana oscura y su expresión de fría persistencia, apareció en el umbral, buscando a Damon bajo la fachada de una "actualización" sobre la investigación del atentado.
Damon lo recibió en su estudio, un espacio diseñado para la fría lógica de los negocios, pero que ahora se sentía como una zanja en donde estaba a punto de recibir una descarga a quema ropa.
La tensión entre ambos era un fluido denso, y Damon se mantenía firme, protegiendo con una barrera invisible la intimidad que había comenzado a compartir, incluso de sí mismo.
Vaughn fue directo, su voz era monótona, pero sus palabras eran proyectiles calculados. No vino a buscar pruebas, sino a plantar una semilla venenosa.
— Sr. Kóvach — comenzó Vaughn, sin preámbulos — Mi equipo ha revisado los detalles del e