Y, por supuesto, la periodista acompañaba su narración con un par de cortos de los videos tomados por los presentes al evento, en los que, una misteriosa chica sostenía la cabeza del empresario sin sentido tirado en el suelo, y acariciaba su cabello con un gesto de genuina preocupación.
El viaje en ambulancia fue un borrón. Harper se sentó junto a la camilla, sosteniéndole la mano, con el corazón en un puño. Damon se revolvía balbuceando cosas incoherentes.
Por momentos, Harper creía escuchar su nombre, y palabras inconexas como “perdón”, “no fui yo” y “no lo quise hacer”.
La rabia que sentía en el jardín se disipó, reemplazada por una profunda preocupación. Lo vio, por primera vez, no como el hombre arrogante y posesivo, sino como un hombre vulnerable. Él la necesitaba. Y ella estaba allí para él, sin dudarlo.
Se lo debía. Damon la había ayudado en el momento más peligrosos de su vida, la había recibido en su casa dándole refugio y cobijo, y le había confiado a su hijo. Estar a su la