Sofi recibió la taza con café y se deleitó unos instantes con su delicioso aroma antes de probarlo. Ella había estado en muchos lugares del mundo y sentada en muchas mesas, pero en ningún lugar había probado un café tan exquisito como el que servía Kun en su sala, junto al fuego de su chimenea. —Es inconcebible que me haya enterado de esto por la televisión.La noticia del incendio en el edificio de Sofi lo había dejado aterrado y no dudó en llamarla de inmediato. Y Sofi fue a verlo porque no quería estar cerca de Andy mientras todavía quisiera darle un puñetazo. —No quería preocuparte.Kun sonrió. —Por favor. Una vez me llamaste a las tres de la mañana para preguntarme si las cebras eran blancas con rayas negras o negras con rayas blancas.La había regañado por molestarlo con estupideces y, sin embargo, no pudo dormirse pensando en el enigma de las cebras.—Era una cuestión fundamental para comprender el mundo. Y ya lo averigüé, son negras.—Ese no es el punto. Si estás en peligro
El auto en que viajaban Sofi y Andy entró en los terrenos de la mansión Sarkov, silenciosa e inalterable pese al paso del tiempo. Sus abuelos los habían invitado a pasar el día con ellos al enterarse de lo que estaba ocurriendo. Un día de relajo lejos de la ciudad les vendría de maravillas. Tomken los recibió en la sala.—Mi hermosa niña, ¿cómo es que esto pudo pasar? —Soy muy blanda, abuelo, dejo vivir a mis enemigos.—Cariño, tu abuelo se encargará de todo. Esa persona lamentará mucho haberse metido con mi princesita. Deseará nunca haber nacido.—Gracias, abuelo. Eres tan dulce.—Esto me trae tan malos recuerdos —lamentó Anya.—¿A qué te refieres, abuela?—Nada, cariño. No vale la pena recordarlo, cosas que el viento ha cubierto con arena —cogió la mano temblorosa de Tomken y se la llevó hasta los labios.Las dos parejas almorzaron juntas y luego Andy y Sofi se fueron a pasear por el boscoso jardín.—Qué lindo sería seguir juntos hasta que seamos viejos, como mis abuelos. A menos
—¿Qué haremos para nuestro proyecto de ciencias? —preguntaba Moe mientras hojeaban unas revistas en el patio de la escuela.—Tal vez algo sobre inteligencia artificial. Está de moda —dijo Benja.—No sé mucho sobre eso, sólo que puede hacer tu tarea. Tenían la respuesta ante sus ojos, pero no la veían.—Ya sé, preguntémosle a Ch4tGPT qué proyecto podemos hacer —Moe sacó su teléfono.Benja lo observaba, pensativo.—¿Eso no sería trampa? —cuestionó.—¿Por qué? Es inspiración. No es diferente a estar mirando estas revistas.Moe tenía un buen punto y él no tenía ninguna idea, así que lo dejó.—El proyecto que hizo Sofi una vez fue sobre dar besos.A Moe el teléfono casi se le cayó de las manos.—Y Cami construyó un panel solar con material reciclable.—Tu hermana es una genio.—Sí, Cami debería seguir aquí todavía, pero ya está en la universidad. Es la más joven de su generación. —Hablo de Sofi. Besos, es brillante. ¿Y besó muchos chicos?—Claro, necesitaba respaldo estadístico.Moe se l
—¿Dónde está Violeta?Esas fueron las aterradoras palabras con las que Vlad Sarkov, de catorce años, despertó a su madre una aciaga noche de otoño.Su oscura silueta, a los pies de la cama, se acercó. Anya se llevó una mano al pecho, la otra buscó a tientas a su esposo en la oscuridad. Estaba sola. —Fui a su habitación, pero hay alguien más ahí —agregó Vlad.La mujer encendió su lámpara y, al ver al niño, deseó no haberlo hecho. El rostro de su hijo era espantoso. Tenía los ojos desorbitados y toda la cordura parecía haber desaparecido de ellos. Quiso llamar a la policía. —Vlad... querido, debiste tener una pesadilla... ¿De qué Violeta hablas? Él se llevó una mano a la cabeza. —Pues... ¡De Violeta!... La única que existe... ¡Tú sabes quién es! —Querido, no hay ninguna Violeta, yo no conozco a ninguna. Puedes preguntarle a quien quieras en la casa y obtendrás la misma respuesta. —Pero recuerdo su risa... ¡Y la vi! ¡La vi en la pérgola! Pero cuando fui a buscarla ya no estaba. Any
—El año pasado, los índices de rentabilidad de las inversiones en el mercado extranjero superaron al promedio del último trienio en cinco puntos porcentuales, con un error de 0,0002. La capacidad de inversión, respecto a las cifras nacionales, ha ido al alza y se estima que para...Sentado a la cabeza de la mesa de directivos, Vlad Sarkov parecía ser el más atento a lo que el relator de la junta decía. Llevaban allí dos horas, que no era nada comparado con otras reuniones que habían tenido. Se soltó el primer botón de la camisa y aflojó un poco la corbata. Tal vez algo iba mal con el aire acondicionado.Elisa le dejó un vaso con agua. Estaba fría y refrescante, justo lo que él necesitaba. A veces creía que la mujer le leía la mente. —Haré que revisen el aire acondicionado —le susurró ella, volviendo a su puesto en la esquina. Qué eficiente asistente era, qué sospechosa le parecía a veces, tan imperturbable y perfecta, tan aburrida.Miró por el gran ventanal de un costado. Las nubes c
Vlad se miró disimuladamente la mano. Sin importar lo claro que había sido al despedir a la mujer, ella insistía en regresar. Esta vez por un finiquito pese al pago que le habían dado por adelantado. Ella había entrado a hurtadillas, casi como si sintiera asco de tocar el impecable piso de su despacho, casi como si estuviera entrando a la guarida de un lobo feroz. Ese rol de víctima no le serviría de nada. Era una mentirosa, muy probablemente una estafadora, que ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos. Sin embargo, al verse descubierta en sus tretas, sacaba a relucir su verdadera naturaleza perversa: le había tocado la mano para arrebatarle el teléfono e impedirle llamar a la policía. Un escalofrío recorrió a Vlad de pies a cabeza y reprimió el impulso de correr a lavarse la mano, de llamar a Markus para que se llevara a la atrevida y de encerrarse en algún lugar pequeño y oscuro. Desconocía la naturaleza de su sentir, pero lo inquietaba. Deseó ser dueño de sus recuerdos para po
Completamente posicionado de su rol de CEO de una de las empresas más poderosas del país, Vlad Sarkov se preparaba para un nuevo día. La muchacha nueva, completamente posicionada en su rol de sirvienta, le llevó el café en un tiempo prudente y cuidando la presentación. Se mantuvo estática esperando por su veredicto. El café estaba negro y cargado. Demasiado amargo para su gusto ¿Se suponía que así le gustaba? —¿Necesita algo más? —le preguntó ella. No había reemplazado el delantal que él le había quitado. Esperaba que lo hubiera hecho, tenía ganas de quitarle otro. —Largo. Con sus ojos de cervatillo atentos al peligro, la mujer retrocedió hasta la puerta. Vlad oyó sus pasos corriendo por el pasillo y no pudo evitar sonreír. Luego de beberse el café, se dedicó a revisar documentos. Se aburrió pronto y fue a mirar por la ventana. Sólo un jardín monótono había allí afuera, triste y silencioso como una tumba. Había un pozo también. El oscuro ojo apareció en su cabeza, como una puerta
Samantha abrazó a Ingen, dándole ánimos para su primer día de vuelta a clases. La escuela era un infierno creado para torturar a los niños, eso pensaba él. Inhaló el aroma del cabello de la mujer, que era su refugio. Y fue feliz hasta que su decrépito hermano lo obligó a separarse de ella. Si había algo peor que la escuela eso era ver a su hermano enojado.Su hermano cambiaba. No de humor, como la mayoría de la gente, sino de personalidad. A veces era un simple gruñón y otras un loco psicópata, él lo sabía muy bien y sabía que sus padres también sabían, pero nadie hacía nada.Todos le temían.A veces torturaba mujeres. Había torturado a su niñera Antonella."¡Ay, Vlad, no me castigues!... ¡Me vas a matar con eso!", gritaba ella en el interior de