XVIII Obsesionados

—¿Estás bien?

Era la tercera vez que Andy le hacía a Sofi la misma pregunta.

—Claro que sí, amor. He pasado por cosas mucho peores, las dificultades de la vida me han hecho fuerte. ¿Recuerdas cuando me perdí durante nuestra excursión escolar al bosque?

—No te perdiste, te escapaste con Kun.

—Esos son detalles, acabamos perdidos igual. En un momento me hice la muerta para que me diera respiración boca a boca.

—¿Lo hizo? —preguntó Andy con expectación.

—No, el muy bruto me dio masajes cardíacos y casi me rompió una costilla.

Las carcajadas de Andy no le cayeron muy bien, ese para ella era un recuerdo muy triste.

—Y luego, cuando por fin nos encontraron, tú lamentaste que no me hubiera comido un león. ¿Lo dijiste en serio?

Andy le cogió una mano y se la llevó hasta los labios. La inmadurez hacía a las personas ser crueles, sobre todo cuando tenían dificultades para expresar sus verdaderos sentimientos.

—En esa época era un chico estúpido, Sofi, pero ya aprendí que en los bosques no hay
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