—Pero miren quien es —en frente de una celda, Nysa observa a su hermano mayor con desprecio
Se agacho a la altura del hombre sin brazos y vendaje podrido.
—Amo ver a mis víctimas caer —sonrió
Tenía los ojos desorbitados, el cabello desordenado cubriendo parte de su rostro, la oscura cabellera de los Lunnette al igual que los ojos plateados es una característica que representa a la Familia Real
Aunque el cabello de su víctima ahora era tan oscuro como su sombra y estuviera muriendo lentamente, ella no sintió una pizca de lástima, sonreía con admiración al ver cómo su hermano padecía.
—Veo que te puedes mantener, ¿listo para morir mañana?
—No… no… voy a morir —declaró —mi alma te seguirá —su voz era tan débil, que le causó gracia verlo como un día había estado
—No, mi madre no te soltará…
Observó a uno de sus guardias de reojo.
—Avisa a la manada que mañana, el Alfa será ejecutado en la plaza principal.
—Sí, su majestad —se llevó la mano al pecho mostrando su lealtad —nos vemos mañana hermanito
Nysa se levantó del suelo, caminó hasta la salida de su mazmorra atravesando varios pasillos de piedra, su consejero la seguía por la espalda.
Su mirada se mantenía fija en la alfombra roja que pisaba, quien la veía caminar se inclinaba.
Su mirada fuerte traía a sus espectadores ilusión.
Nysa no se dejaría caer nuevamente, si estaba ahí, en la cima, era por ella.
Una vez abandonada, jamás volvería a ser rechazada.
—Eros —nombró —quiero que organice el harén del alfa, hágalo adecuado para mí.
Él la observó sorprendido
—¿Quiere deshacerse del harén?
—No seas tonto, lo quiero para mis concubinos, tú incluido —sonrió
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(años antes)
—¡Mocosa embustera! —gritó una mujer golpeando a una niña de cabello rubio —¿cómo te atreves a acercarte a su majestad la reina?
—Déjala, es la hija de una mucama no esperaría más de ella —la reina de la manada observó a su hijastra con desprecio
Le sorprendió que su marido se haya arrastrado tanto para meterse con una mucama de cuarta categoría.
Era un infierno estar con ella en la misma casa, siempre llamando la atención.
—Nysa lárgate, tus imperfecciones me causan náuseas.
Ella se levantó con lágrimas en los ojos, el golpe le dejó la mejilla roja y sus rodillas con raspones.
—Pero…
Bastó con una mirada cambiar la reacción de la pequeña.
Se inclinó bajando la cabeza dirigiéndose al palacio, muchos la trataban con respeto, otros la ignoraban por ser la hija de una mucama.
Su madre falleció durante el parto, quedando al cuidado de su padre, hermanastro y madrastra.
A su parecer era mejor ser comida por los lobos que criaba, que vivir con ellos, nunca le permitieron hacer gran cosa solo por ser ilegítima.
Un putrefacto error que jamás debió conocer la luz de la luna.
Estaba destinada a la ruina tanto como su madre, aunque fuera pequeña se había planteado una meta, si no encontraba a su mate, estudiaría tanto para ser una buena esposa, al menos la esposa del líder de una buena corte.
No abandonaría su promesa.
Nysa se dirigió a su estudio, esperó a su tutor hasta que esté apareció cinco minutos tarde.
El joven maestro de la princesa no evitó ver su rostro golpeado llamando su atención de inmediato.
—Buen día su alteza, ¿cómo se encuentra el día de hoy? —se apoyó en su escritorio organizando los útiles de la lección
—Muy bien y con gran emoción al aprender —confesó
—Me alegra mucho que lo mencione, pero… —señalo su mejilla haciendo referencia a la suya —parece que tuvo un pequeño accidente
—No es para tanto, estoy bien. ¿Podemos continuar? —inquirió
El maestro asiente con la cabeza, toma un papel enrollado y extiende a la mesa señalando cada punto de la manada.
—Su primera lección es sencilla, ya debió haberlo aprendido con el libro de texto que le dejé, por lo tanto quiero que me señale cada punto de la manada con su debido nombre —indicó alejando su mano del papel
Nysa los marca, teniendo un pequeño error al momento de nombrarlos, un error que su maestro no dejó pasar.
—Brazo —dijo
Ella cerró los ojos, extendió su brazo recogiendo la manga de su vestido dejando a la vista varias cicatrices hechas con una regla de metal.
A los hijos de los nobles no los podías reprender de esa manera, pero ella no correspondía esa norma, solo era hija del Alfa, más no de la reina.
No pensó si el golpe le dolería, solo lo efectuó.
Nysa cerró los ojos, y se ganó un segundo golpe.
—Una princesa jamás cierra los ojos, la pueden atacar por la espalda.
—Pero me dolió…
—El dolor es parte de la vida, su alteza. Aprenda a vivir con él —recomendó su maestro
Sus ojos ardieron, tenía ganas de llorar, pero si lo demostraba el castigo sería peor.
—Continuemos, y espero que está vez no se equivoque —tomó del escritorio un enorme libro de texto —ábralo en la página ciento cuarenta y lea el primer párrafo en lenguaje antiguo
Busco la página indicada, elevó una mano al cielo recitando el primer párrafo de su libro como se lo había indicado su maestro, su brazo temblaba por los golpes, pero debía soportarlos.
Al final se equivocó, y los errores deben ser corregidos. De lo contrario jamás aprendería de ellos.
Sus clases terminaron tan pronto se asomó el medio día, la familia Real estaba reunidos en el comedor principal degustando de una comida encantadora.
El alfa Carter II bebía una copa de vino sin dejar de ver a su bastardo.
Entre todos, el cabello de Nysa resalta con el sol, la veía como un error del cual no pudo deshacer, aunque si podía arreglar.
No es un buen gesto hablar en la mesa, pero él rompió esa ley.
—Sabes que era una princesa bastarda, ¿Verdad Nysa?
Ella se detuvo en seco.
—Encontrarte marido será complicado, pero no imposible —con cuchillo y tenedor partió el filete que tenía en frente
La reina interrumpe.
—Pensé en unos candidatos que podrían ser útiles.
Carter levantó la mirada a su esposa con una sonrisa.
—Ves, tu madrastra te quiere —la ironía en su voz ya la distinguía
—Por supuesto, te quiero… lejos de mi vista
Todos en la mesa ríen menos Nysa quien oculta su rostro.
—Tu humor está tan muerto como tu madre —declara su hermanastro
Su mal comentario no le permitió levantar la cabeza, estaba aburrida, cansada de todos ellos por sus comentarios de mal gusto.
Las comidas prefería que fueran a solas, en su preferencia en su habitación;sin embargo, se puede considerar un acto de mal gusto, una falta invaluable de respeto.
Su padre se había encargado de recalcar gran parte de su existencia.
Siempre que podía lo hacía, le recordaba su maldita vida, y su nacimiento como el error que era.
Con ellos y una madre muerta, la palabra amor se despoja como las posibilidades de conocer ese sentimiento.
—Su majestad, no es mejor enviarla al viejo palacio con las criadas —la reina levantó la mirada a su esposo
—Podría ser una solución, pero no ahora. Aunque sea un estorbo no podemos casarla con cualquier cosa.
—Dudo que alguien acepte casarse con ella, después de todo tiene la sangre de un plebeyo.
Carter observó a su hijo con el ceño fruncido.
—¿Te pedí que hablaras? —inquirio
—No señor.
—Perfecto, no lo hagas —su mirada se posó en su hija —Nysa come —ordenó
—Sí, su majestad
Volvieron a retomar la cena, encargándose de que el silencio fuera interrumpido por el movimiento de los cubiertos.
Solo así ella se concentró en otra cosa que no fuera su maldita familia.
Mantuvo la compostura durante la cena,quería seguir así, mantenerse firme ante los malos comentarios.
Sabía que algún día saldría de esa casa, y así viviría los mejores años de su vida a partir de la mayoría de edad
Debía hacerlo por el bien de su felicidad.
Una vez terminada su comida, Nysa se dirigió a su habitación para esconderse allí hasta que la visita de unos favorables duques terminará.
Solo era conocida por el palacio, pero afuera la conocían como La princesa maldita.
Había sido vendida a los demás como una loba de exorbitante belleza, que quien la viera, caería rendido a sus pies.
Solo vería la luz, una vez fuera entregada a un alfa de poder, de dinero.
Había escuchado que también sería entregada a una subasta que las cortes más prestigiosas organizarían.
Aún duda si lo que le había dicho la reina era una broma o la más fina verdad, pero… una vez se desarrollará como mujer, sería entregada al mejor postor.
Un juego que solo la realeza se daba el lujo de hacer.
Los plebeyos tenían prohibido hacerlo, más que nada por la pirámide social.
Escribía los pequeños detalles de su día en un diario que antes perteneció a su madre.
Sin golpear la puerta, la Nana de la princesa entró con confianza, dejando una pequeña abertura en la puerta.
—Su alteza, ¿aún está escribiendo?
Asintió con la cabeza.
La mujer se acercó a ella con las manos a la altura de la cintura, una sonrisa innovadora y los ojos envueltos en una amabilidad que solo ella logra despertar.
—¿Qué pasa cariño? —pregunto
—Nada, solo que…
—¿Aún estás recordando a tu madre?
Nysa no dijo nada, siempre pintaron a su madre por su belleza, que se parecía a ella, pero deseaba saber algo más sobre la mucama que la parió, no sabía su nombre, su edad, si de verdad fue concebida como dicen o si su madre sufrió algún abuso.
Podría creer a su padre de cualquier cosa, esa incluida.
No lo dudaba.
—Su alteza, le recomiendo guardar este diario, si su padre lo descubre, se enojará con usted. La podrá castigar severamente.
Nysa entendió, cerró el libro bajando la mirada.
—¿Cómo puedo recordarla si no es así? Nadie me dice nada acerca de ella ¿por qué? ¿Por qué su majestad me deja en este martirio? Su majestad la reina no me quiere, su alteza tampoco. Aún así se esmeran para que yo sea la mejor. ¿Por qué? —hizo las preguntas sin pausa
Su nana no sabía qué contestar.
Su madre era un misterio el cual no debía ser descubierto, solo por el bien de la manada hacia sus agentes responsables, que en este caso sería su majestad el alfa.
«Aunque sea cierto que el Alfa no deseaba tener ninguna relación aparte de la reina… El nacimiento de la princesa solo trae beneficios por su belleza. Esa es la única razón para que el Alfa no haya decidido deshacerse de ella»
—¿No vas a responder como los demás? —preguntó con ternura
Ella desvió su mirada, se apartó dirigiéndose a la biblioteca, tomó el libro más cercanos entregándoselo.
—Práctica, debes hacerlo si quieres destacar entre la corte para tener un buen esposo —movió su dedo de un lado a otro con una profunda negación —. Sí quieres alejarte de este palacio, destaca más que el príncipe —acarició su mejilla bajando por su barbilla hasta subirla —por favor no te desanimes pequeña. Vendré más tarde para tomar el té contigo.
—Sí señora
***
La noche gobernó el palacio, y siempre era la primera en ir a la cama, se movía sobre ella con inconformidad, sin lograr encontrar esa posición donde la paz gobernará su cuerpo y sus ojos cayeran cansados.
No había forma de lograrlo o mantenerlos, pero si forma de soportarlo, solo debía pensar una persona que amara, acurrucarse y dormir hasta descansar.
Aunque, hasta el momento llevo más de dos horas tratando de dormir.
Se levantó inquieta dirigiéndose a la ventana con los pies desnudos.
Observó el jardín con curiosidad, arrodillada sobre un taburete con almohadas planas.
La luna su única amiga y consejera con su brillo le indica que no está sola.
—Ayúdame a ser más fuerte —pegó manos bajando su cabeza
Cerró los ojos con devoción mientras oraba.
Al levantar la cabeza regresó a la cama, esperando quedarse dormida, y con la fé envuelta en su religión, en su diosa.
Deseo una mejor vida, un regalo, respeto y fuerza para poder sobrellevar la pena. Un milagro divino que describiera con precisión lo que deseaba.