Ya en la bulliciosa atmósfera matutina de la mansión, Magaly se topó de frente con Javier en uno de los pasillos menos transitados.
—Vaya, viniste temprano —le comentó Javier con una sonrisa amable.
Magaly se quedó paralizada por un instante, su mente intentando cambiar rápidamente de marcha. —¿Eh? Ah... sí —respondió, sintiéndose ligeramente vacilante.
—¿Y cómo sigue tu mamá? —preguntó Javier con una cortesía que ahora le sonaba extrañamente inquisitiva a Magaly.
La pregunta la tomó por sorpresa. Por un momento, olvidó por completo la improvisada excusa del día anterior. —¿Mi mamá...? —balbuceó, con el ceño ligeramente fruncido.
En ese instante, la mentira de la enredadera y la anciana enferma golpeó su memoria como un rayo. Su rostro se iluminó con una sonrisa forzada.
—¡Ah, sí, mi madre! Está mucho mejor, gracias por preguntar. Ya sabe cómo son las personas mayores, un día están bien y al siguiente... Pero hoy amaneció con mucha energía.
Mientras pronunciaba estas palabras, notó q