Tu padre... seis meses antes de que te trajera a Villa Esperanza, estaba muy distante. Siempre conversábamos, éramos confidentes, pero en esos días... evitaba mis preguntas, se encerraba en sí mismo. Aun así, un día, la angustia lo desbordó. No pudo más y comenzó a contarme todo.
—Tu padre y tu madre se enamoraron perdidamente, fue un flechazo de esos que pocas veces se ven. Pero el padre de tu madre... tu abuelo... nunca lo quiso. Lo despreciaba por ser un hombre humilde, un trabajador sin fortuna. Según él, mi amigo no tenía futuro.
En ese preciso instante, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar a Magaly, jadeante y con los ojos brillantes de excitación.
—¡Chicos, tengo algo que contarles! —exclamó Magaly.
Pero alcancé a hacerle una seña rápida y discreta para que guardara silencio. Alberto estaba desenterrando un pasado crucial, y no quería que nada lo interrumpiera.
—Cuando tu padre se enteró de que tu madre estaba embarazada, quiso hacer todo bien. Fue y se enfr