Se quedó paralizado por un instante, los ojos se le pusieron ligeramente rojos, y alzó los brazos como si quisiera abrazarme. Pero, cuando sus manos quedaron suspendidas en el aire, pareció recordar la identidad que debía fingir.
Tras un segundo de desconcierto, recuperó la compostura y sonrió con suavidad, mientras decía:
—Aurora, extrañas tanto a Liam, que hasta me confundes con él. Pero no te preocupes. Yo cuidaré de ti y del bebé… por mi hermano.
Aunque sus palabras sonaban llenas de afecto, yo no quería los cuidados de un «cuñado». Yo quería que me cuidara… como Liam.
Bajé la cabeza, apretando los puños con fuerza y luchando contra el impulso de confrontarlo, de preguntarle directamente si era Liam. Porque sabía que, aunque lo hiciera, no me diría la verdad, y lo único que lograría era crear tensión, alertarlo y hacer más difícil mi partida.
Así que elegí el silencio.
Liam no pareció notar nada raro. Me dio una palmadita en el hombro, y, con una voz suave y cariñosa, dijo:
—Descansa bien. Si necesitas algo, solo llámame.
Luego se dio la vuelta, salió y cerró la puerta con cuidado.
Escuché sus pasos alejarse lentamente, y, otra vez, las lágrimas comenzaron a caer.
Me abracé las rodillas con fuerza, escondí el rostro entre los brazos… y lloré en silencio.
En mi mente apareció una escena de hacía cinco años, durante la celebración del aniversario de la universidad: yo había bailado en la gala, y Liam se había enamorado de mí a primera vista. Aunque yo era una Omega sin lobo, él no había dudado en perseguirme con determinación.
Y, antes de la ceremonia del Marcado, me prometió:
—Aurora, te juro que, cuando regrese de la frontera, te daré la ceremonia más grande que haya visto el territorio entero.
Yo esperaba con ilusión, sin imaginar que lo que me esperaba era una traición como esta.
Al día siguiente, Liam se levantó temprano y me dijo que me llevaría a la revisión médica. Pero, apenas salimos por la puerta, nos encontramos con Freya, quien se sujetaba el vientre, con el rostro pálido.
—Juan, me duele mucho la cabeza…
Liam soltó mi brazo de inmediato y la rodeó con preocupación, preguntando:
—¿Qué pasa? ¿Te resfriaste? Ven, te llevaré a descansar
Ya en la entrada, como si apenas recordara que yo seguía allí, me dijo:
—Aurora, ve tú sola al hospital, ¿sí? El chofer ya te espera afuera. Lo tengo todo arreglado.
Dicho esto, y sin esperar respuesta, cargó a Freya en brazos y subió las escaleras… sin volver a mirarme.
Miré su espalda con el corazón desgarrado, como si una hoja afilada me cortara desde dentro.
Freya giró el rostro hacia mí y, por un segundo, vi una expresión de triunfo en su cara. Apreté los puños con fuerza, tratando de no perder el control.
El chofer me llevó al hospital, donde me hice la revisión completamente sola.
Sosteniendo el ultrasonido en mis manos y viendo esa pequeña sombra que era mi bebé… sentí el alma hecha pedazos.
Cada vez que pensaba en Liam y Freya juntos, sentía que me arrancaban el corazón.
Respiré profundo, tratando de calmarme.
Para que Liam no lo supiera, le pedí al chofer que me dejara en otro sitio y me fui por mi cuenta a otro hospital.
Me senté en el pasillo, esperando a que llamaran mi número. En mis manos temblorosas apretaba una hoja de resultados, mientras por dentro estaba hecha un caos.
Sabía que si entraba en esa sala de operaciones, significaba que renunciaba a ese bebé, y rompería el último lazo que me unía a Liam. Pero pensar en su traición, me hacía sentir que ya no podía más.
«¿Realmente podré ver a este bebé a los ojos… sin derrumbarme?», me preguntaba, una y otra vez.
Justo cuando no sabía qué hacer, mi celular vibró.
Era un mensaje de Freya.
Lo abrí… y me encontré con cientos de fotos y videos: Liam y Freya tomados de la mano, comiendo juntos, subidos en una rueda de la fortuna… haciendo cosas que solo una pareja haría.
Las imágenes me hicieron temblar. Se veían como una pareja feliz. Y yo… yo parecía la amante, la tercera en discordia.
Me cubrí la boca, temblando, mientras las lágrimas me rodaban por las mejillas. Freya me estaba provocando. Me enviaba esas fotos a propósito. Y eso solo podía significar que ella sabía que él era Liam.
¿Todos lo sabían menos yo?
¡Me sentía una estúpida!
Y justo en ese momento, una enfermera dijo mi nombre:
—¿Señorita Aurora? Ya puede pasar al quirófano.