Se quedó paralizado por un instante, los ojos se le pusieron ligeramente rojos, y alzó los brazos como si quisiera abrazarme. Pero, cuando sus manos quedaron suspendidas en el aire, pareció recordar la identidad que debía fingir.Tras un segundo de desconcierto, recuperó la compostura y sonrió con suavidad, mientras decía:—Aurora, extrañas tanto a Liam, que hasta me confundes con él. Pero no te preocupes. Yo cuidaré de ti y del bebé… por mi hermano.Aunque sus palabras sonaban llenas de afecto, yo no quería los cuidados de un «cuñado». Yo quería que me cuidara… como Liam.Bajé la cabeza, apretando los puños con fuerza y luchando contra el impulso de confrontarlo, de preguntarle directamente si era Liam. Porque sabía que, aunque lo hiciera, no me diría la verdad, y lo único que lograría era crear tensión, alertarlo y hacer más difícil mi partida. Así que elegí el silencio.Liam no pareció notar nada raro. Me dio una palmadita en el hombro, y, con una voz suave y cariñosa, dijo:
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