Capítulo 4
No dije nada, simplemente recordé el pasado.

Cuando llegó la noticia de la muerte de Liam, me enfermé gravemente por el dolor. Ni siquiera pude asistir a su funeral, mucho menos ver su cuerpo.

Cuando salí del hospital, lo único que quedaba de él era su tumba. Pero confiaba en los cinco años de amor que habíamos compartido. Jamás pensé que todo podría haber sido una mentira.

Freya, en cambio, lo tomó con total despreocupación. Se acercó a la cama y me miró desde arriba, con superioridad.

—Aurora, ¿de verdad aún no te has dado cuenta de que Liam siempre te tomó por una tonta?

Apreté los puños con fuerza, luchando por controlar mi enojo. Pero Freya se mostraba cada vez más orgullosa. Se inclinó hacia mí y me susurró al oído:

—¿Sabías que Liam es increíblemente dulce conmigo? Ni siquiera me deja servirme un vaso de agua. Me acompaña a hacer las compras, de viaje, y hasta me regaló la piel de zorro blanco más valiosa del clan. Todos saben que yo soy su compañera, y tú... tú solo eres una Omega inútil, que jamás podrá estar a su lado de manera digna.

Cada una de sus palabras era como una daga clavándose en mi corazón. Yo temblaba por completo, con las lágrimas a punto de caer. Pero Freya no se detenía:

—¿De verdad crees que significas algo? Eres solo una mujer patética. Liam nunca te amó. Siempre fui yo la persona más importante para él.

No pude soportarlo más y quise irme. Pero Freya se me adelantó y se lanzó hacia mí, fingiendo que la había empujado. Cayó al suelo, cubriéndose la cara, con los ojos bien abiertos y las lágrimas cayendo a raudales por sus mejillas.

En ese momento, Liam apareció, alertado por el ruido.

Al ver a Freya en el suelo, giró hacia mí con una mirada llena de furia y decepción:

—Aurora, ¿cómo pudiste hacer esto? ¡Freya es tu cuñada! ¿Cómo te atreves a golpearla?

«¿Cuñada?»

Freya se refugió en sus brazos, sollozando con voz inocente:

—Aurora, solo quería consolarte porque tu esposo murió, ¿por qué me empujaste?

Liam volvió a mirarme, con los ojos ardiendo de rabia.

—¡Aurora, pídele disculpas a tu cuñada!

Sonreí con tristeza, y, con el corazón completamente roto, lo miré a los ojos, preguntándole.

—Dime la verdad. ¿Realmente eres mi cuñado?

Liam se quedó paralizado. Abrió la boca, pero parecía tener algo atorado en la garganta, y no pudo decir una sola palabra.

Freya, al notar su reacción, fingió debilidad y se apoyó con ternura en el pecho de Liam.

—Me duele el vientre, ¿me llevas a descansar, por favor?

Sin dudarlo, Liam la alzó en brazos y me lanzó una mirada profunda, mientras decía:

—Lo siento, Aurora. Freya me necesita ahora. Respecto a lo que preguntaste, hablaré contigo en otra ocasión.

Su mirada reflejaba pesar, ternura, disculpas, pero, al final, se marchó con Freya, dejándome sola.

Los miré alejarse, sintiendo que el corazón se me partía en mil pedazos.

Tomé mi teléfono y vi un mensaje de mi hermano:

«El coche ya está afuera.»

Respiré hondo, intentando calmarme, me acerqué al escritorio, tomé papel y pluma, y escribí una carta, que dejé en el cajón de la mesita de noche.

Fui al armario, escogí mi vestido blanco favorito, me lo puse y me miré en el espejo. Tenía el rostro pálido y la mirada vacía.

Forcé una sonrisa amarga y salí de la habitación.

Apenas abrí la puerta, vi a Liam parado a lo lejos.

Al verme, su expresión cambió y una mezcla de emociones cruzó por su rostro.

—Aurora, lamento lo que pasó antes, pero tampoco debiste tratar así a Freya. Ella solo quería cuidarte...

—Estoy bien —lo interrumpí con una sonrisa—. Después de todo, ella es tu compañera. Es natural que la cuides. Solo quiero salir a caminar un poco. Quédate con Freya.

Liam dudó por un segundo, parecía conflictuado:

—Aurora, en realidad, Freya y yo…

Esperaba que me explicara todo. Solo necesitaba una explicación para poder perdonarlo. Pero…

De pronto, la luz en sus ojos se apagó y negó con la cabeza.

—No, no importa. Sal a despejarte un poco, pero cuídate. ¿Sí? Te transferí 50 mil dólares a la cuenta. Cómprate algo lindo, joyas, ropa. Estás embarazada, necesitas mimarte.

Asentí con la cabeza y lo aparté suavemente para salir por la puerta.

Liam me miró marcharme, con una pizca de duda en la mirada, aunque no notó nada extraño.

Sin embargo, a mis espaldas, gritó:

—¡Aurora! No tardes mucho, le pediré a la cocinera que te prepare tus platillos favoritos.

—Claro —asentí, sonriéndole.

Pero al darle la espalda una vez más, mi sonrisa desapareció por completo.

«Adiós, Liam», pensé. «Desapareceré de tu mundo. Que tú y Freya sean felices juntos.»

Salí de la casa y subí al coche que había enviado mi hermano.

A través de la ventana, lancé una última mirada a aquel lugar lleno de mentiras y de traiciones.

Cuando el coche arrancó, cerré los ojos y dejé que las lágrimas fluyeran.

Mientras tanto, en casa…

Freya estaba pegada a Liam, y, con tono coqueto, decía:

—Liam, tienes que mimarme. Aurora me asustó mucho hoy.

Pero Liam estaba distraído. No podía dejar de pensar en mi silueta alejándose. Por alguna razón, algo le parecía extraño en nuestra despedida, aunque no sabía el qué. Justo cuando estaba por levantarse a buscarme, el mayordomo entró corriendo:

—¡Liam, algo terrible pasó! ¡Acabamos de recibir la noticia! ¡Aurora y su hermano fueron atacados por renegados y cayeron por un acantilado mientras huían!
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