Inicio / Romance / El eco de tus mentiras / Capitulo 5: Entre sombras
Capitulo 5: Entre sombras

No podía apartar la vista de él.

Los años habían pasado, pero Sebastián seguía teniendo ese magnetismo que me desarmaba. Su presencia llenaba el pasillo, sólida, peligrosa, como si el tiempo no hubiera cambiado nada.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con un hilo de voz.

Su sonrisa apenas se curvó, sin alcanzar los ojos.

—Sabía que me harías esa pregunta. Aunque la verdadera es… ¿qué haces tú aquí?

Tragué saliva. No entendía sus palabras, ni por qué había reaparecido justo ahora, cuando mi mundo comenzaba a resquebrajarse.

—No deberías estar aquí, Sebastián. —Intenté cerrar la puerta, pero él la detuvo con la mano. Su toque fue firme, aunque no violento.

—No he venido a lastimarte, Ana. Solo a recordarte que los secretos no mueren por mucho que intentes enterrarlos.

Sus palabras fueron un golpe directo. Nadie, salvo él, conocía la parte de mi vida que había ocultado incluso de Julián. Nadie… y, sin embargo, alguien más estaba dejando notas y mensajes.

—¿Eres tú el que me envía esas cosas? —disparé, con la voz temblorosa.

Por un instante sus ojos brillaron con algo que no supe descifrar.

—Si lo fuera, ¿qué ganarías con saberlo? —respondió, ambiguo.

Ese era Sebastián: un hombre que hablaba en acertijos, que nunca decía todo, que sabía cómo enredar mis pensamientos hasta hacerme dudar de lo evidente.

—No quiero tus juegos —susurré, apretando la puerta—. Mi vida es distinta ahora. Estoy casada.

Él soltó una risa breve, seca.

—¿Casada? ¿Con Julián? —pronunció su nombre con una familiaridad incómoda—. Entonces estás en más peligro del que crees.

Mi corazón se detuvo.

—¿Qué sabes de él?

Sebastián inclinó el rostro hacia mí, lo suficiente para que su voz se convirtiera en un murmullo:

—Sé lo que oculta. Sé lo que nunca te diría. Y sé que tarde o temprano tendrás que elegir a quién creerle.

Retrocedí, tambaleante. El suelo se me hizo inestable, como si todo el edificio pudiera derrumbarse.

—No te creo —dije, aunque mi tono carecía de convicción.

Él me sostuvo la mirada, intenso, indescifrable.

—No busco que me creas. Solo que recuerdes quién eres en realidad.

La frase me heló.

¿Quién era yo? ¿La esposa obediente de Julián, la mujer que fingía normalidad cada día… o la Ana que había dejado atrás con Sebastián, la que arrastraba un pasado que ahora amenazaba con volver?

El silencio se volvió insoportable. Sebastián dio un paso atrás y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—No soy tu enemigo, Ana. Pero tampoco tu salvación.

La ambigüedad en su voz era peor que cualquier amenaza.

Me atreví a mirar por el pasillo. Estaba vacío, salvo por él. Nadie más, ninguna otra sombra. Y, sin embargo, el miedo persistía.

—Vete —logré decir, aunque más parecía un ruego.

Por un segundo, pensé que lo haría. Pero antes de girarse, me lanzó una última advertencia:

—No ignores las señales. No todo lo que temes viene de fuera. A veces el enemigo duerme bajo tu mismo techo.

La puerta se cerró de golpe entre nosotros. Apoyé la frente contra la madera, temblando. Sus palabras eran dagas que se hundían lento, sin remedio.

Mi celular vibró en el bolso. Con las manos sudorosas lo saqué. Una llamada entrante. Julián.

Lo observé titubear en la pantalla iluminada, mientras mi corazón latía desbocado.

¿Le contaba que Sebastián estaba aquí, que lo había visto, que me hablaba de peligros ocultos?

¿O callaba, guardando otro secreto más, uno que podría destruirlo todo?

El teléfono seguía sonando, y sonando  de manera implacable, mientras yo me debatía entre el miedo y la verdad.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP