El sonido de la cafetera era lo único que rompía el silencio de la mañana. Me esforcé por parecer tranquila, aunque dentro de mí la carpeta oculta en el clóset quemaba como una bomba a punto de estallar.
Julián apareció en la cocina con su habitual elegancia. Camisa blanca impecable, corbata perfectamente anudada. Sonrió al verme, pero en sus ojos había algo distinto: una chispa de sospecha.
—Hoy te levantaste más temprano —comentó, sirviéndose un café.
—No podía dormir —respondí, fingiendo una sonrisa.
Se sentó frente a mí y me observó con detenimiento, demasiado. Yo jugueteaba con la cuchara para no cruzar su mirada.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—En nada importante.
Él inclinó la cabeza.
—Últimamente pareces… distraída. ¿Pasa algo que no me hayas contado?
El corazón me dio un vuelco. ¿Había notado algo en el despacho? ¿Sospechaba que revisé sus documentos?
—No, claro que no —mentí, apretando la taza con fuerza.
Julián bebió un sorbo de café sin apartar los ojos de mí. El silencio s