Días después.
La luz del amanecer se colaba por la ventana de la habitación, pintando de dorado las paredes y los muebles de madera. Lia se apoyó en el marco, observando cómo los preparativos para el festival del eclipse del día siguiente comenzaban afuera.
Banderas ondeaban suavemente con la brisa y luces diminutas se colocaban entre los árboles, prometiendo una noche de magia y misterio. Cada movimiento parecía casi coreografiado, un preludio perfecto para la celebración que marcaría el cielo y la tierra. Lia sonrió al imaginarlo.
Su mirada volvió hacia Cassian, recostado en la cama, cubierto con mantas ligeras. Había pasado los últimos días cuidándolo, vigilando cada respiración, cada signo de dolor, y manteniéndose a su lado.
Cuando él despertó, Lia sintió su corazón dar un brinco dentro de su pecho.
—Lia —fué lo primero que él pronunció, su voz grave por el tiempo que llevaba sin hablar. Teresa había usado unas hierbas para mantenerlo descansando mientras se recuperaba de sus he