El silencio tras la discusión aún vibraba en las paredes de la cabaña. En un momento, Cassian no pudo contener más la necesidad de ir tras Lia, pero en cuanto se mostró dispuesto a ir tras ella, Dorian se levantó al mismo tiempo, sus pasos firmes como un eco de amenaza.
—Déjenla —la voz de Teresa irrumpió, firme, leyendo la intención de ambos. Los miró con una calma implacable—. Necesita un respiro, después de tantas tensiones y peleas, ¿no creen?
Sus palabras, directas y sin florituras, los obligaron a detenerse. Hubo una ráfaga de silencio en la que cada consonante quedaba suspendida.
Cassian apretó la mandíbula, Dorian entrecerró los ojos, ambos compartieron una mirada que era un pacto de odio. Aun así, Teresa tenía la autoridad de quien ha visto demasiadas tormentas como para soportar esta.
Lia se encontraba en el balcón de su habitación, la brisa acariciaba su rostro y llenaba sus pulmones de aire libre de celos, amenazas y tensiones. Se apoyó en el barandal y observó el bo