Capítulo cincuenta y dos.
Ethan seguía caminando de un lado a otro en la habitación donde Ylva estaba siendo atendida por los médicos licántropos del Reino de Lycandar. Cada paso resonaba con una intensidad que sólo él podía sentir, una mezcla de impotencia y desesperación que le carcomía desde dentro.
Él, un alfa, un líder, una figura de fortaleza... ahora hecho pedazos. No encontraba cómo reconstruirse. No lograba encontrar una sola razón para apaciguar el tormento que lo invadía. Su mate, su amada, la persona que debía proteger, la mujer que juró cuidar, se había desvanecido entre sus brazos como si su fuerza no hubiera significado nada.
¿Por qué? ¿Por qué no había sentido lo que estaba ocurriendo? Los mates comparten un vínculo inquebrantable, sus emociones deberían haber sido reflejo el uno del otro. Pero ahora, en el momento en que más importaba, no pudo sentir su angustia, no podía percibir el dolor que la aquejaba, no sintió nada.
Y eso... eso lo mataba.
Ethan se detuvo por un instante, cerrando los oj