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CAPÍTULO 4 UN BESO DESEADO Y UNA CONFESIÓN

CHRISTOPHER VARÓN

Cuando la vi irse de mi casa aquella noche supe que había cometido un error, pero era lo mejor para nosotros, nadie podía saber que yo me había acercado a la familia Devereux por su única hija, nieta y sobrina. 

Sabía que tener sentimientos por aquella chica me traería problema, pero Nohra se fijó en mí primero, me gustó, la seduje y luego… murió dejándome solo. Y desde que Bianca me reveló sus sentimientos supe que debía conquistarla. 

Pero ya ella se había ido lejos de mi. 

No la perdí de vista, supe que se había ido a una universidad a dos horas de la ciudad, seguí cada uno de sus pasos, quienes eran sus amigos, con quienes tenia citas, incluso cuanto sacaba en sus examenes. 

Pero mis planes se arruinaron cuando Edward Hale, el muy idiota esta enamorado de mi chica y propuso matrimonio, pero eso no me va a detener.

Cuando volví a sentir sus labios sobre los míos, pude ver la gloria, todo mi cuerpo reaccionó y no quería soltarla. Quería salir a aquella sala de estar y revelarle a todos que Bianca Devereux era mi mujer, no la de ese pelele. 

La deje ir, ella estaba conmocionada y sin saber que hacer. 

Regrese con el resto, y la encontre sentada en el regazo del idiota de Edward, aprete mis puños y me conutve para no lanzarme encima de él.

— Christopher. — Jazmin llama mi atención. 

— ¿Que? 

— Creo que ya es hora. — Jazmin se remueve emocionada en su asiento. 

— ¿Hora para que? — Le pregunta Elena, la madre de Bianca. 

— Bueno, Christopher y yo tenemos un anuncio que hacerles. — Jazmin se coloca a mi lado y me toma del brazo para entrelazarlo con el suyo.  — Se que lo que les vamos a decir es extraño pero… tenemos una relación.

El silencio cayó como un balde de agua helada. Incluso Edward dejó de reír. Todos miraban a Jazmín… luego a mí… como si hubieran escuchado una blasfemia.

Y yo solo sentía una cosa: rabia.

Rabia asesina.

No por la confesión en sí.

Sino porque Bianca… Bianca me estaba viendo.

Y sus ojos se oscurecieron.

— ¿Qué relación? — preguntó Elena, confundida.

Jazmín apretó mi brazo con una sonrisa que me revolvió el estómago.

— Christopher y yo… — hizo una pausa teatral que me provocó arrancarle la mano — estamos saliendo desde hace unos meses. Y queríamos anunciarlo esta noche.

Edward miró a Bianca como esperando alguna reacción, pero ella…

ella no respiraba.

Me miraba como si hubiera cometido la peor traición de su vida.

Y eso, joder… me dolió.

— ¿Es cierto? — preguntó Elena— Christopher, ¿tú y Jazmín…?

No respondí.

No podía.

No cuando Bianca estaba clavándome en el suelo con esos ojos llenos de decepción, ira, dolor… y algo mucho peor:

sentimiento.

Hasta que se levantó de golpe.

— ¡¿Desde hace unos meses?! — su voz se quebró, pero no retrocedió. — ¿Eso significa que cuando ella me abrazó al llegar… ya se estaban revolcando juntos?

Jazmín abrió la boca ofendida.

— ¡Bianca! No hables así…

— ¡Cállate! — le gritó ella sin apartar la vista de mí. — Quiero escucharlo de él.

Solo de él.

El corazón me golpeó con fuerza.

Y por primera vez en años… tuve miedo.

Miedo real.

— Bianca… — empecé.

— No me digas Bianca. — dio un paso hacia mí. — ¿Qué hay de la tía Nohra? Tanto que decias que la amabas y que no amarías a otra mujer. 

Se que ella no lo decía por Nohra, se que lo hacía más por ella que por su difunta tía

— Bianca Nohra ya no está aquí y yo estoy para ayudarlo a él — Jazmin intervino.

— ¡Es tu hermana! — Le recordé. — Y este es su esposo.

— Pero Nohra ya no está aquí, cada quien debe llevar su vida en paz. 

Bianca suelta una carcajada sarcástica, para luego mirarme. 

— ¿Tienes algún problema con las mujeres de esta familia? — Sus palabras son mordaces. — ¿Después irás tras mi madre o la tía Victoria? 

— ¡Basta! — Elena interviene interrumpiendo a su hija. — ¿Son felices? — Me mira para luego mirar a su hermana. 

— Si. — Responde Jazmin pegandose aún más a mi.

— Entonces no podemos hacer nada. — Elena mira a Bianca. — No podemos luchar contra la voluntad del corazón. 

— Tienes toda la razón mamá. — Bianca asiente con la cabeza. — Entonces… felicidades por el nuevo romance de la familia, pero yo no puedo consentir esta relación. 

— No tienes que consentir nada, es nuestra vida. — Dice Jazmin con determinación. — Se que la relación que tenía Nohra con Christopher era una ilusión para ti, pero ella ya no está. 

— Bueno…Entonces no tengo más nada que hacer aquí. — Bianca se levantó del regazo de Edward. — Vamos. 

Y se fue con él. Sin temblar, sin mirar atrás, sin darme una sola migaja de emoción. Fue esa falta de reacción, esa serenidad que no le conocía, lo que me arrancó el aire de los pulmones. Porque Bianca siempre había sentido intensamente… pero ahora no sentía nada por mí.

Edward la tomó de la cintura para acompañarla hacia la salida y algo dentro de mí ardió con violencia. Celos. Puros, hirvientes, rápidos como un latigazo bajo la piel. Ese toque, esa cercanía, ese permiso… siempre habían sido para mí, incluso antes de que ella lo supiera. Incluso antes de que yo lo admitiera.

Jazmín reía a mi lado con entusiasmo, agarrada de mi brazo como si realmente fuera suyo, pero ni siquiera podía registrar su voz. Todo mi ser estaba enfocado en Bianca caminando hacia afuera con el hombre que no debía tenerla. Ese hombre que no sabía quién era ella en realidad; lo que sentía, lo que temía, lo que merecía. Ese idiota que creía que un anillo bastaba para tener derecho a tocarla.

Yo sabía la verdad.

Y verla marcharse fue como sentir que algo se desprendía dentro de mí.

Un error.

Eso había sido lo mío con Jazmín.

Una noche equivocada, una borrachera, un vacío que intenté llenar con la persona menos indicada. No hubo deseo real, ni amor, ni intención. Pero el daño estaba hecho, como siempre pasa con las decisiones estúpidas.

Nunca debí tocarla.

Nunca debí permitir que ese error se interpusiera entre Bianca y yo.

Mientras la puerta se cerraba tras ellos, entendí algo con una claridad brutal: si perdía a Bianca, no me quedaría nada. Nada auténtico. Nada que valiera la pena. Nada que me perteneciera de verdad.

— Chris… — murmuró Jazmín, rozándome la mano con la suya — mi amor, ¿estás bien?

La expresión “mi amor” cayó sobre mí como un peso muerto. Casi aparté la mano. Casi le dije la verdad. Casi arruiné todo en un solo movimiento. Pero no lo hice. No aquí. No ahora. No frente a ojos que siempre habían observado demasiado.

— Estoy cansado — respondí, aunque lo que realmente estaba era quebrándome.

Jazmín sonrió, creyendo que era estrés, creyendo que yo era suyo, creyendo cualquier mentira que la mantuviera tranquila. No sospechaba nada. Nadie lo hacía.

Solo yo sabía lo que estaba ocurriendo dentro de mí.

La puerta ya había cerrado completamente detrás de Bianca y Edward, y una certeza ardió en mi pecho con la fuerza de un juramento silencioso: no voy a permitir que ella se aleje así. No puedo. Ni aunque me odie, ni aunque me rechace, ni aunque crea que ya lo superó.

Porque esa distancia que vi en sus ojos…

ese vacío…

esa calma…

Era peor que la rabia.

Peor que los celos.

Peor que cualquier castigo.

Y por primera vez en años, sentí miedo.

Un miedo real, visceral, paralizante:

el miedo de perderla para siempre.

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