CHRISTOPHER VARON
Su espalda se arqueó con violencia y sus uñas rasgaron mis hombros, buscando dónde sostenerse.
No pensé en ser suave.
No pensé en contenerme.
No pensé en nada más que en hacerla sentir exactamente quién era el hombre que había estado esperando.
— Eso… — murmuré contra su oído, moviéndome con intensidad creciente, marcando mi ritmo, mi territorio, mi poder sobre su cuerpo y sus suspiros —. No te contengas conmigo, Bianca. Yo sí sé cómo manejarte… y cómo llevarte exactamente al límite que te gusta.
Ella jadeó, aferrándose a mi espalda, temblando entera.
— Christopher… — su voz se quebró, suplicante, perdida.
— Eso es — respondí contra su cuello, deslizando mis labios por su piel caliente —.
Quiero escucharte… quiero sentirte… quiero que tu cuerpo diga lo que tu boca siempre intentó callar.
La abracé por la cintura, imponiendo un ritmo más profundo, más firme, más desesperado.
Bianca no era una fantasía.
Pero justo cuando estaba a punto de descargarme dentro de ella