Lula se apoyó en el respaldo del sofá, mirando el teléfono en su mano. Habían pasado unos días desde la última vez que había hablado con Ximena, y la culpa la estaba carcomiendo. Sabía que debía llamarla, pero algo dentro de ella la había estado deteniendo. El miedo y la incertidumbre sobre la gente que la buscaba la habían mantenido en silencio, pero ahora que los días pasaban sin novedades, se sentía más confiada. Suspiró, marcó el número de Ximena y esperó. Después de unos tonos, escuchó la familiar voz de su amiga al otro lado de la línea. —¿Lula? —Ximena sonaba sorprendida pero contenta—. ¡Qué sorpresa! Pensé que te habías olvidado de mí. —¡Nunca, Xime! —respondió Lula, con una mezcla de culpa y alivio en su voz—. Perdón por no haberte llamado antes… Es que fue una mezcla de miedo y… no sé, otra cosa. Pero ahora, con los días pasando y sin ninguna novedad, me sentí más tranquila y quise llamarte. Ximena hizo una pausa, sintiendo un nudo en el estómago. Quiso contarle la verdad so