En esos días, el pueblo se llenó de vehículos pesados para comenzar la construcción del nuevo proyecto. Había un gran cárter con la maqueta de cómo se vería el lugar, y las miradas curiosas de todos no tardaron en posarse sobre él.
Se escuchaban murmullos por todas partes; nadie sabía nada acerca de la empresa que estaba detrás de la obra.
Juana fue la primera en comentar sobre el asunto:
—Dicen que el nombre será “Buena Esperanza”… Deben ser muy costosas las casas en ese lugar —dijo, encogiendo los hombros.
Otro vecino agregó con cierta impaciencia:
—La mujer del alcalde dijo que ya debía tener los depósitos listos para vivir en cuanto las casas estuvieran terminadas.
Mientras tanto, Alondra estaba sentada con las piernas cruzadas, observando todo en silencio. Mateo se acercó con una sonrisa y le preguntó:
—Alondra, ¿y tú no quieres apartar una de esas casas?
Ella negó con la cabeza, con cierta indiferencia:
—¿Para qué?
—Bueno… —dijo Mateo— uno de esos hombres comentó que quería habl