Verónica Wilson.
—Jefa, el avión está esperando por usted. — me informa mi aliado por el transmisor que llevo en mi cuerpo.
—Perfecto, Samuel. — respiro. Será una misión de lograr, pero lo haré posible. — Estoy a cinco minutos de llegar. — le digo acercándome cada vez más al aeropuerto privado.
—Excelente, jefa. — me contesta y corto la llamada.
Pero ella me llama.
Una señal de que algo está mal.
—Dime, Patricia. —la abordo de inmediato.
—Señora Verónica, Ramirez la envío a investigar, y además su rechazo al viaje desató en él dudas, lo pude notar en su semblante. — me explica.
Suelto una maldición.
—¿Y me mandará a vigilar? — inquiero aparcando el auto en el estacionamiento del aeropuerto.
—Si, ya está en contacto con uno de sus hombres.— me afirma.
Y un plan b salió en mi cabeza.
No podía fallar, él no podrá contra mí.
Jamás.
—Bien, Patricia, buena información me has dado. — le digo agradecida.
—Lo haría millones de veces, sólo porque te amo. — me dice y el corazón se encrespa.
La