Capítulo Cuarenta Cuatro.

Roberto Ramírez.

Que felicidad la mía, la muy desgraciada creerá que la amaré como el abuelo que sueña en su pendeja cabeza, que solo piensa en el hoy y no en el mañana. Me parece lo correcto que sea de esa manera y que no sospeche de lo que por mí cabeza atraviesa contra ella.

Verónica me sonríe con esos ojos audaces, diciéndome lo muy desesperado que estoy, con que los días pasen y pueda acabar con ella de una sola vez, le sonreí en respuesta a lo que en su mente piensa y no sé equivoca, luché por muchísimos años contra la bandida de Juliana, contra la traidora de Eva, ahora me falta ella, y nadie podía juzgarme de lo que pienso y decido hacer.

Nisiquiera la propia DEA es incapaz de detenerme a que no suceda, estoy más que aliado con el mal para dejar que mí macabra mente deje fluir lo que ella piensa.

La veo sonreír y disfrutarse la vida como toda una joven, que espera a que solamente llegue un chico y la tome como suya, como lo hizo Diego Torres.

Él creería que jamás me enteraría
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