Capítulo cuarenta ocho.

Elena Cooper.

No, no es cierto lo que él me está diciendo.

—¿Matarme? — inquiero en un hilo de voz, sin aliento en mí.

Caí, caí en lo que él me dijo que no debía caer.

—Oh, sí, como lo escuchaste. — me afirma con la voz determinante.

Y lo observo aterrorizada.

—No... tú no puedes hacerlo. Soy de tu sangre, soy la única persona que te queda en el mundo, no puedes hacerlo, abuelo. — le reclamo mirándolo fijamente a él.

Él se echó a reír.

—Oh, pero qué mala cabeza tienes, Elena, tienes toda la información más errónea de mí. — me explica acercándose más, y un frío aterrador recorre por mi cuerpo.

—Eres lo que me dijo él...— suelto en voz débil, dando un paso atrás, colocándome a la defensiva.

Mi corazón palpita erraticamente, con un pánico que me desarma.

—¿Quién? ¿El cabrón del que te enamoraste? ¿Al hombre que le abriste las piernas mientras se llenaba los bolsillos de dinero por tenerte y llevarte al matadero? — comienza a decirme subiendo el tono de voz fuerte.

Asiento sin dejar de mi
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