Capítulo cuarenta siete.

Verónica Wilson.

No, Dios mío.

Roberto Ramirez nos había descubierto, y de lo peor, miró a Juliana, a Francesco, a todos con los ojos aterrorizados, la vida de Elena está en su fin, y si no llegamos a tiempo, será demasiado tarde.

—Di una palabra, Verónica, ¿qué te dijo Isabel? — me aborda Juliana acercándose a mi.

Niego con la cabeza, todos están a la espera de lo que diré. — Roberto descubrió a Isabel, la encontró con el celular en la mano, en la llamada que me acaba de hacer, la estaba amenazando, ya no tenemos tiempo de que perder, no más, iremos a atacar. —sugiero de inmadiato.

— Claro que no, debemos ir por Elena, ya no está la señal de Isabel, debemos encontrarla como ha de lugar. — objeta Francesco mirándome con determinación.

Asiento, Juliana se coloca nerviosa, todos atentos a lo que se nos viene. Es momento de actuar.

Roberto Ramirez.

Ay, pobre de Elena, no conoce en qué manos cayó rendidamente. Sonrío internamente.

No ha dejado de llorar, de quejarse, de decir que lo lamen
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