Capítulo Cuarenta uno.

Diego Torres.

La miré y está dolida, pero con la respiración acelerada de al fin podrá estar en familia.

—Serás feliz, Elena Cooper, eres lo único que le queda en el mundo, Roberto nunca dudó en que eres una mujer muy especial, y que permanece dentro de ti, el corazón de tu madre. — le expreso mirándola cabizbaja.

— No lo sé... — no sabía como llamarme.

—Llámame Diego, es mi nombre real. — le digo con confianza.

Elena asiente. — No es fácil, todo es demasiado difícil, muy pronto, empecé sin nada, ahora soy millonaria, poseeo una fortuna que me robé, y no me arrepiento de ello, acabé con unos enemigos de mi padre, aperturé en mi país un expediente muy peligroso, y más que soy la nieta del presidente de Colombia, todo en un abrir y cerrar de ojo...— soltó y tomó asiento en la cama de su habitación.

—Sé que es muy prematuro, pero con el pasar de los años estarás mejor, y sólo será un mal recuerdo. — le aseguro con la voz suave.

— No lo creo, en la vida no se encontrará la manera de lidia
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