Capítulo Cuarenta.

Roberto Ramírez.

Respiro, una y otra vez. La vida es buena a veces, pero en otras te saca lo peor de ti.

No merezco estar enrabietando por lo demás, es una punzada en el trasero. Me cabrea de inmediato.

Miro de arriba abajo Ignacio su excusa me parece ante una basura, una niñez.

—Pensé que eras el más listo, él audaz del grupo, pero resultaste ser una rata, al igual que la demás.— le grito mirándolo con ira.

—Patrón, la verdad, fue esa. La teníamos en nuestras manos pero escapó de inmediato. — vuelve a decirme y parte en rabia.

Me acerco a él más. Y le lanzó un golpe hacia su ojo derecho. — No seas cabrón, pendejo. Si la viste, le fuera disparado y ya. — y le vuelvo a dar pero en el otro.

—Patrón, pero la presa era suya, y sigue siendo suya, no mía. Lo pensé hacer, pero sé que a usted le correspondía hacerlo. — continúa diciéndome y más aumenta mi ira.

—¡Cállate, imbécil! — exclamo cerca de su rostro, y comienzo a darle múltiples golpes en su cuerpo, no lo dejaré hasta no verlo envuel
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