Antonio reaccionó de inmediato. Con un movimiento rápido, se interpuso entre Sofía y cualquier peligro, cubriéndola con su cuerpo. Los hombres que habían irrumpido huyeron del salón como sombras, dejando tras de sí un silencio cortante.
Antonio frunció el ceño, y por la rigidez de su mandíbula quedó claro que tenía una idea de quiénes podían estar detrás de aquello.
La música se apagó. Las conversaciones cesaron. El gran salón quedó envuelto en una tensión insoportable. Algunos invitados se cubrían la boca con las manos, otros cuchicheaban, lanzando miradas rápidas hacia la escena.
—¿Sofía, estás bien? —preguntó Antonio, con voz grave y contenida.
Ella asintió apenas, presionando con fuerza su hombro para frenar la sangre. Pero no apartó los ojos de Brian. Allí estaba él, agachado junto a Anna, ayudándola a levantarse como si todo girara en torno a ella.
Cuando Brian finalmente la vio, sus facciones se endurecieron. Caminó hacia Sofía, con una mezcla de prisa y falsa preocupación.
—So