Adrián bajó la mirada hacia mi estómago y una sonrisa de oreja a oreja, lenta y burlona, se dibujó en su rostro. —Ya veo... —dijo, con esa pizca de ironía que tanto me sacaba de quicio—. Bueno, la cena está servida. Puedes salir y comer cuando quieras.
Se dio media vuelta y se alejó de la habitación como si nada hubiera pasado, dejándome allí plantada con mi vergüenza. Me quedé parada en el umbral, debatiéndome internamente. ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme encerrada y morir de hambre con dignidad, o salir y enfrentar al "esposo" falso? Bueno, no es falso… es real.. El documento que lo certifica lo es… pero… él no siente amor por mi… al menos no es ese amor, vi como Adrián se sentó cómodamente sobre el sofá. Adrian no sentía amor, solo era un cariño que había desarrollado al pasar bastante tiempo juntos, era normal… no entendía entonces de que me preocupaba.
Mi estómago volvió a protestar. La dignidad no llenaba barrigas. Caminé hacia la sala. Adrián ya se había acomodado confortablemente