Anya
—Despierta, niña —dijo una mujer que no conocía y fruncí el ceño.
Lo levanté y me di cuenta de que estaba en una especie de oasis, justamente dentro del agua, y una mujer alta, con el cabello blanco, estaba de espaldas a mí.
—¿Quién eres? —pregunté con miedo.
La mujer se giró y miré el rostro más hermoso que alguna vez había visto.
Ella era la belleza hegemónica encarnada en la tierra; sin embargo, algo en esta mujer no era humano ni común. Se sentía como un sobrenatural y eso me puso en estado de alerta.
—Tus trucos de cazadora no van a funcionar conmigo —dijo la mujer—. Y es triste que el sello ni siquiera te haya permitido acercarte a la verdad. No tienes idea de quién soy yo.
Negué porque era verdad.
No sabía quién era esa mujer ni dónde estaba yo.
—¿Dónde estoy? —le pregunté de forma directa y ella sonrió.
—Estás en mi oasis, en el lugar donde hago los bautismos especiales a las criaturas más increíbles que alguna vez he creado —dijo ella y yo fruncí el ceño.
Miré el agua, el