Collin*
La noche era sofocante, pero no por el calor.
Collin estaba sentada en la cama, con las rodillas juntas y los ojos fijos en sus propias manos. Aún estaban rojas, manchadas por el arrebato que había tenido más temprano. El recuerdo de sus puños golpeando a Caius, del sabor amargo de la furia, hacía que su estómago se revolviera.
La puerta chirrió.
Liam entró, con el rostro cerrado y los músculos tensos. Había sudor en su piel, como si hubiera intentado agotarse físicamente para calmar la mente. En una de sus manos sostenía una taza humeante.
"Bebe." Su voz salió baja, pero firme.
Collin parpadeó, regresando lentamente a la realidad.
"¿Qué es eso?"
"Té de rosas. Te va a calmar."
Ella dudó, estudiando sus ojos. Liam no era del tipo que ofrecía consuelo fácilmente. No cuando estaba tan inquieto como ella.
Aun así, tomó la taza.
El calor del líquido contra sus dedos debería haber sido reconfortante, pero solo la hacía más consciente de su propio cuerpo. De la tensión que impregnaba