Alade*
El cielo aún estaba teñido de tonos pálidos cuando Alade salió de la casa de Miradiel. No miró hacia atrás. No esperó a que él despertara. Solo se vistió a toda prisa, sintiendo cada movimiento provocar ecos de lo que había ocurrido en aquella cama. Su cuerpo llevaba marcas no solo en la piel, sino también en las entrañas.
Caminaba con firmeza, aunque sus pasos delataban el cansancio y la tensión de los músculos. Por dentro, un caos silencioso hervía. Llegó a la tienda y, por un instante, pensó que estava sola. El interior estaba demasiado quieto. Demasiado vacío. Bien. No quería a nadie allí para verla de ese modo.
Siguió directo hacia el otro compartimento, los dedos deshaciendo los lazos de la ropa con una urgencia silenciosa. Necesitaba lavar el olor de él, el sabor de él, la memoria de él como si fuera posible. Arrojó la ropa a un rincón y entró en la bañera de agua fría. El choque de temperatura contrajo sus hombros, pero no dudó. Frotaba la piel como si intentara arranca